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Carnavaladas.

Que reciclen los supermercados.

Por Carmelo de Samalea.

 



El noventa por ciento de la basura de mi casa son envases y no hay forma humana, por más que lo intento, de evitarlo.

Los oligopolios de la industria alimenticia han hecho del envase una pieza fundamental de su negocio y han conseguido que el continente parezca más importante que el contenido para que el consumidor compre lo atractivo sin fijarse mucho en la calidad de lo que hay dentro.

Los supermercados, por su lado, en el general afán de que el país llegue a la cifra de cinco millones de parados, han eliminado a los dependientes que atendían la venta del pan, de los embutidos y la carne, y de la fruta, y los han sustituido por bolsas, plásticos y forespán.

Una parte importante del precio que pagamos por la cotidiana cesta (es un decir) de la compra procede de los costes de los envases y embalajes que, poco después, se convierten en desechos que hay que clasificar, almacenar y bajar a los respectivos contenedores de basura, basura por cuya gestión municipal hay que volver a pagar.

Para romper este círculo, vicioso, enojoso y costoso, quizás fuera una eficaz iniciativa que todos los consumidores depositáramos a la entrada de los supermercados y de los hípers las cajas, latas, botellas y bolsas que ellos nos obligan a llevar. Y que fueran ellos los que se encargasen de reciclarlo. Se vería enseguida como se acababa esta tomadura de pelo y este asalto a la cartera.