asturiasemanal.es
laboral ecología cultura opinión política etcétera
  inicio
con tacto
   

Carnavaladas

Reducir el gasto público.


Por Samuel Zapico.



Los cómplices intelectuales de los ladrones han acordado por unanimidad que la única manera de salir de la crisis que tiene la cofradía de la explotación, la sisa, el fraude y el desfalco es reduciendo el gasto público. Es decir, disminuyendo aún más lo que el estado dedica a mal satisfacer las necesidades del pueblo, que ya sabemos todos cuáles son.

Pero, en lugar de enfrentarnos a los bandoleros con razones, lo que sería una pérdida lastimosa de tiempo, podemos aceptar sus normas de juego sucio y plantear la partida de acuerdo con ellas. Eso sí, no vale romper la baraja al perder las bazas.

¿Quieren reducir el gasto público? De acuerdo, pero, ¿por qué como dicen ellos? También se puede reducir así:

1ª medida.- Despedir a todos los catedráticos de Economía que no acepten y refrenden con su firma que España, como dice la papela, “es un estado social y democrático”, y lo de la “igualdad” y lo del “sistema tributario justo inspirado en la progresividad”. A mi modo de ver, lo conveniente sería que no firmase ninguno para así poder echarlos a todos y ahorrarnos los sueldos, que la Universidad iba a seguir funcionando igual, ¡o mejor!

2ª medida.- Despedir un millón y medio de funcionarios de todas las burocracias: estatal, autonómica, municipal. Lo más eficaz sería empezar por lo más alto del escalafón, porque así el ahorro en sueldos sería mayor. La Administración, peor no iba a funcionar y, lo más probable, sería que funcionase mejor al estorbarse menos entre ellos.

3ª medida.- Reducir a la mitad las fuerzas armadas, repatriar las que están “luchando por la paz” en el extranjero y restablecer el servicio militar obligatorio en unas condiciones justas y democráticas. De igual modo, habría que reducir en un cincuenta por ciento a las diferentes policías existentes en el país.

4ª medida.- Suprimir todos los gastos que las administraciones públicas hacen en publicidad y propaganda.

Tengo más cartas, más medidas, de este mismo tenor, pero tampoco se trata, por el momento, de enseñar todo el juego ni de laminar ni de aburrir. ¡Que jueguen sus pringosos y gastados naipes los catedráticos y los “intelectuales” de la economía bandolera!

Las diez de últimas, mías también. Fijo.