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¿Reforma laboral? ¡No! ¡Reforma empresarial! (Si la tuviera).


Por
Samuel Zapico.



Estamos ante una nueva ofensiva en la ya larga guerra del capitalismo hispano contra los derechos de los trabajadores. Otra vez, ese poderoso cuerpo de ejército que forman los que laboran poco y cobran mucho, y no me estoy refiriendo ahora a los controladores aéreos, sino a esa caterva de economistas de la estadística falsa y la triquiñuela contable, a esos catedráticos de la ociosidad, la pereza y el fracaso, y al orfeón mediático que siempre está al servicio del rico y el poderoso; todos ellos juntos, con Mafo de jefe del Estado Mayor Conjunto, se han lanzado al asalto de las últimas y débiles trincheras que protegen los restos de los derechos laborales conquistados en luchas seculares y sangrientas.

¡Y menos mal que el gobierno lo preside José Luis Rodríguez Zapatero y no Rajoy, Aznar o el mismo Felipe González! Porque, entonces, nos lo meterían con todo lo gordo p’alante.

Los responsables de la enorme crisis que padece el mundo son los capitalistas, los empresarios, movidos, como siempre, por una codicia sin límites y, también como siempre, por una absoluta falta de escrúpulos. Así es, fue y será el capitalismo. Pero para pasar de lo abstracto a lo concreto, en España podríamos empezar a poner nombre a los culpables de la crisis, sin olvidar, cierto es, la responsabilidad del gobierno de Rodríguez Zapatero por “dejar hacer y dejar pasar” lo que ya era inadmisible desde hacía años. Todos al Reformatorio, hasta que se rehabiliten (¿).

Los responsables de que más de cuatro millones de trabajadores estén en el paro son los dueños y los que mandaban en bancos y empresas, los que en el siglo XXI se forraron como nunca antes habían podido soñar, con la colaboración necesaria de ayuntamientos, consejerías, ministerios e inspecciones varias. A esos es a los que tendrían que intentar reformar.

Ahí tienen a los de la Caja La Mancha, o al de Air Comet. No veo ni que se les meta en la cárcel ni que se les procese. Y como ellos, todos los demás: siguen con sus chalés, sus yates, sus cochazos y su lujoso tren de vida. No pasa nada ni les pasa nada: es al trabajador que está en paro porque ellos le echaron a la calle al que le quitan la casa, el coche y le cortan la luz y el teléfono porque se le acabó el subsidio y no tiene dinero ni para comer.

La reforma real que proponen la caterva y el orfeón es que los trabajadores, no ellos, claro, vuelvan al siglo diecinueve: hoy te contrato, mañana te mando para casa y el viernes por la tarde te llamo para que vengas el sábado. Su reforma consiste, ni más ni menos, en acabar con los convenios colectivos y pagarle a cada obrero un salario diferente, descontarle las vacaciones y obligarle a hacer horas gratis. Y si quiere médicos y jubilación, que se los pague él. Siglo XIX. Y da igual que el envoltorio lo hagan con habilidosas medias verdades, con astutos argumentos y verborrea de timadores, lo que hay dentro es siempre lo mismo: la vuelta al siglo XIX.

Soy de los que piensa que el empresariado español no tiene reforma, ni por arriba ni por abajo. Si la tuviera, habría que empezar persiguiendo el fraude fiscal y a la seguridad social, las cajas “b” y todo lo demás. Resulta bochornoso que en 2009 el 75% de los empresarios declare a Hacienda unas ganancias mensuales inferiores a mil euros. Y para combatir eficazmente el paro, se podría empezar por suprimir las horas extras, y sí incluyo a los controladores aéreos, y el pluriempleo. ¡Y reducir la jornada laboral! No tanto como la de los economistas, catedráticos y el orfeón mediático, pero sí hasta dejarla en las 30 horas semanales.

FOTO: Ultima reunión para la reforma laboral. Están los cien y más.