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El Rinconín: un banco de pruebas para la subasta de Llanes.
La revisión de las normas subsidiarias del concejo de Llanes a través de una propuesta redactada para ahormar el futuro planeamiento a los intereses de 12 promotores inmobiliarios, que van a construir 1.300 viviendas, es, sin ambages, una subasta empobrecedora de uno de los tramos más atractivos del litoral asturiano. Esta puja, a lo que parece
restringida al círculo de una tenida masónica, y de más
que dudosa legalidad si se atiende a voces tan cualificadas como la del
Colegio de Arquitectos de Asturias, es la manifestación
más descarnada de un nuevo urbanismo «convenido»
que, aunque generalizado en España tras el entierro clandestino
del urbanismo de la transición, tiene en nuestra región
el campo muy abonado, y cuenta con experiencias piloto que han permitido
medir los umbrales de transgresión de las normativas vigentes y
la temperatura de una limitada protesta ciudadana. El resultado es que, a despecho de la legislación vigente de ámbito estatal, de las recomendaciones de la Carta Europea del Litoral e incluso de las directrices regionales de ordenación del territorio, el último reducto natural de la concha de Gijón aparece hoy cubierto, hasta el borde del mar, por unos anodinos cuarteles de casas baratas, sin que de baratas tengan nada por otra parte, que culminan el proceso de degradación del frente marítimo de la ciudad. Don Pedro de Silva, presidente del Principado, ha asegurado que nada hay que temer en Llanes, porque las instituciones estarán a la altura de las circunstancias. Con el debido respeto, hay motivos para sospechar lo contrario porque en Gijón, donde se han movido plausiblemente menos millones de los que se moverán en Llanes, no lo han estado; y prueba de ello es que, por no haber encontrado el amparo de las autoridades de la región, las justas y desoídas demandas ciudadanas han debido buscarlo en el Defensor del Pueblo quien, como ya ha hecho público, ha encontrado fundamento en la queja relativa a El Rinconín y va a requerir a las instituciones implicadas en el caso. Ojalá que no
se cumplan los vaticinios de Chueca Goitia cuando, en referencia
a la destrucción del legado urbanístico español durante
la dictadura de Franco, señalaba que el juicio de la posteridad
sería muy duro, «salvo que los tiempos venideros hagan buenos
los pasados, persistiendo la misma insensibilidad ante los valores naturales
e históricos, la misma anarquía y corrupción en la
Administración pública, el mismo egoísmo desenfrenado
y la misma falta de ideales».
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