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Un país de siervos gobernados por oligarcas.


Por Paul Craig Roberts.

Traducción: A. Mondragón
tribunahispanausa.com



Los medios de comunicación se adelantaron en ponerle titulares a las buenas noticias económicas: el crecimiento del 5,7 por ciento del PBI en el cuarto trimestre del 2009 ("la recesión ha pasado"), las ventas al por menor en enero han aumentado, la productividad ha subido en el 4º trimestre, el dólar está ganando fuerza. ¿Algo de esto fue verdad? ¿Qué significa?

La figura del crecimiento del 5,7 por ciento fue una estimación al azar hecha antes del lanzamiento de la estadística del déficit comercial de los EE.UU. Se asumió que el déficit comercial de los EE.UU. mostraría una mejora. Cuando el déficit comercial se dio a conocer unos días después, mostró un deterioro, tumbando el crecimiento del 5,7 por ciento al 4,6 por ciento. Gran parte del crecimiento restante del PIB consistió en la acumulación de inventarios.

Más de una cuarta parte del aumento de las ventas al por menor reportadas en enero se debió a un precio más alto de la gasolina y los alimentos. Los cuestionables ajustes estacionales explican el resto.

La productividad aumentó, porque bajaron los costos laborales en un 4,4 por ciento en el cuarto trimestre, la cuarta disminución sucesiva. Las demandas de nuevos beneficiarios de prestaciones por desempleo subieron. Los aumentos de productividad no se traducen en aumentos salariales y, en consecuencia, no conllevan a una economía de consumo.

La vivienda aún está bajo una fuerte presión, y la propiedad inmobiliaria comercial está a punto de convertirse en un problema aún mayor.

Los aumentos del dólar no se deben a las fuerzas inherentes. El dólar está ganando porque los déficits del gobierno en Grecia y en otros países de la Unión Europea (UE) están provocando que el dólar gane como una moneda de refugio. Los bajos intereses en los EE.UU. hicieron rentable para los inversores y los especuladores prestarse dólares y usarlos para comprar bonos de países extranjeros que pagan un interés alto, como los de Grecia, España y Portugal, denominados en euros. Los problemas del déficit en estos países han hecho que los inversores y los especuladores vendan esos bonos y conviertan los euros nuevamente en dólares para pagar sus préstamos en dólares. Esto aumento elevará temporalmente la demanda de dólares e impulsará el valor del cambio del Dólar. [Pero es un arma de doble filo, un dólar más cotizado hará que las exportaciones estadounidenses sean más caras y, por ende, afectará a la balanza comercial. Nota del Editor.]

Los problemas de la economía norteamericana son demasiado grandes para que se arreglen con las políticas tradicionales. Una gran cantidad de trabajos de la clase media se han mudado al exterior: trabajos de manufactura, industriales y profesionales. Cuando los trabajos se mueven a ultramar, el PBI de ingresos del consumidor y de los EE.UU. se va con ellos. Así, gran cantidad de trabajos se han movido al extranjero y, en consecuencia, ha habido un crecimiento nulo en ingresos reales de los EE.UU. en el siglo XXI, a excepción de los ingresos de los súper ricos que recogen las primas multimillonarias en dólares por mudar los trabajos de los EE.UU. fuera del país.

Sin un crecimiento en los ingresos del consumidor, la economía no puede ir a ninguna parte. Los responsables políticos de Washington substituyeron el crecimiento de los ingresos por el crecimiento en las deudas. En lugar de que los consumidores crezcan más ricos, han crecido más endeudados. Alan Greenspan, cuando era presidente de la Reserva Federal, logró esto con su política de bajar las tasas de interés, lo cual condujo a elevar los precios de la vivienda, produciendo un valor extra en los activos de los consumidores (sus casas) que lo usaron para gastar luego de refinanciar (la hipoteca de) sus hogares.

Incapaces de mantener sus acostumbrados estándares de vida con el sólo ingreso de sus sueldos, los norteamericanos gastaron el valor extra que obtuvieron de sus hogares y corrieron a las deudas de la tarjeta de crédito, bajo la creencia de que el aumento en los precios del mercado inmobiliario cubrirían las deudas. Cuando la burbuja explosionó, las deudas estrangularon la demanda del consumidor, y la economía colapsó.

Una carta dramática.

Cuando escribí sobre las dificultades económicas creadas para los norteamericanos por Wall Street, por la avaricia corporativa y por los representantes políticos indiferentes y sobornados, recibí muchas cartas de familias que pertenecieron a la clase media y quienes ahora están viviendo en la penuria. Esta es una carta que me llegó recientemente:

“Gracias por sus sinceros y continuos comentarios sobre “la nueva economía”. Hace nueve años mi marido y yo nos casamos, estábamos trabajando con una buena paga, teníamos trabajos seguros en el sector industrial de los semiconductores. Nuestro ingreso combinado pasaba los $100.000 por año. Vivíamos el sueño americano. Entonces la pesadilla comenzó. Perdí mi trabajo en la gran burbuja de la tecnología en el 2003, y decidí dejar el sector laboral para tomar cuidado de nuestro hijo pequeño. Bien, nos ajustamos la correa. Entonces nos comenzaron a exprimir. Los costos subieron, seguimos reduciendo gastos, y el trabajo de mi marido se estancó. Después de varios años de trabajo no hubo aumentos salariales, y finalmente perdió su trabajo hace un año y medio. Pero no sólo perdió su trabajo, perdió una carrera. La industria de los semiconductores se fue virtualmente de Arizona. Tres meses después, mi marido, con un grado técnico y 20 años más de experiencia profesional sólida, recibió una oferta de trabajo como oficial de correcciones en el más bajo nivel. Tuvo que tomarlo, con una reducción del casi 40 por ciento de paga. Luego vino la bancarrota cuando nuestros ahorros se acabaron. Perdimos nuestra casa, un coche, y cualquier activo que teníamos. Su sueldo el año pasado, menos de $40.000, sustenta a una familia de cuatro miembros. Un año y medio después, todavía estamos luchando para sobrevivir. No puedo encontrar un trabajo que cubra el coste de la guardería. Estamos atascados. Cada alza en los precios de la gasolina y los alimentos nos golpea duro. Sin la ayuda de mi familia, sería difícil pasarla. Así pues, yo podría decirle cómo esa “Nueva Economía” ha trabajado para nosotros, solamente que no utilizaría esa clase de lenguaje”.


Los responsables políticos que están ejerciendo los programas de estímulo están pensando en términos de una economía que no existe ya. Las recesiones de la posguerra y las recuperaciones que siguieron a las políticas de la Reserva Federal. Cuando la economía se acelera y la inflación se convierte en un problema, la Reserva Federal aumenta las tasas de interés y reduce el crecimiento del dinero y del crédito. Las ventas bajan. Los inventarios se acumulan. Las compañías despiden a los trabajadores.

Cuando se enfría la inflación, y el desempleo se convierte en un problema, entonces la Reserva Federal invierte su curso. Las tasas de interés bajan, y el dinero y el crédito se amplían. Mientras que los trabajos todavía estaban allí (en los EE.UU.), la fuerza laboral vuelve a sus puestos de trabajo, y el proceso continúa, una y otra vez.

Ya no funciona como antes

Hoy es una situación diferente. Los despidos son el resultado de los trabajos que son trasladados al exterior y las corporaciones substituyen a sus fuerzas de trabajo nacionales por extranjeros traídos con las visas H-1B, L-1 y otras visas de trabajo. La fuerza laboral de los EE.UU. se está separando de los ingresos asociados a los bienes y servicios que consume. Con el alza de la exportación de empleos, los despidos no sólo se deben a la política monetaria restrictiva y a la acumulación de inventarios. Son también el resultado de la substitución de un trabajo de los EE.UU. por otro extranjero más barato hecho por las corporaciones. Los norteamericanos no pueden ser llamados de vuelta a sus puestos de trabajos porque éstos se han movido al extranjero. En la Nueva Economía, los despidos pueden continuar a pesar de que se bajen las tasas de interés y los programas de estímulo del gobierno.

En la medida en que la política monetaria y fiscal puedan estimular la demanda del consumidor de los EE.UU., gran parte de los flujos de demanda será por los bienes producidos en el exterior para el mercado de los EE.UU. China, por ejemplo, se beneficia del estímulo de la demanda del consumidor de los EE.UU. La subida del PIB de China es financiada por una subida de la deuda pública de los EE.UU.


Deuda e hiperinflación, cuestión de tiempo.

Otra barrera para el éxito de los programas del estímulo es los altos niveles de la deuda de los norteamericanos. Los bancos están siendo criticados por no prestar el dinero (para reactivar el consumo), pero gran parte del problema es que no hay consumidores a los cuales prestar. La mayoría de los norteamericanos tienen ya más deuda de la que pueden pagar.

Los norteamericanos desesperanzados, no representados y traicionados, están en el almacén para cuando venga una crisis mayor. Los déficits de la guerra del presidente Bush fueron financiados por el déficit comercial de EE.UU. China, Japón, y la OPEP, con los cuales los EE.UU. tiene déficits comerciales, utilizaron sus excedentes comerciales para comprar deuda del Tesoro de los EE.UU., financiando así el déficit presupuestario del gobierno de los EE.UU.

El problema ahora es que los déficits presupuestarios de los EE.UU. han crecido inmensamente a causa de las guerras, del rescate a los banqueros, de los programas de estímulo para los trabajos, y la baja en ingresos fiscales como resultado de la recesión. Los déficits presupuestarios ahora son tres veces el tamaño del déficit comercial. Así, los excedentes comerciales de China, de Japón, y de la OPEP son escasos para cubrir la nueva deuda del gobierno lanzada al mercado.

Si los bonos del Tesoro no se pueden vender a los inversores, a los fondos de jubilación, a los bancos, y a los gobiernos extranjeros, la Reserva Federal tendrá que comprarlos creando nuevo dinero. Cuando el resto del mundo se dé cuenta de las implicaciones inflacionistas, el dólar norteamericano perderá su papel de moneda de reserva. Cuando esto suceda los norteamericanos experimentarán una gran conmoción económica y sus estándares de vida recibirán otro gran golpe.

Los Estados Unidos está en camino de convertirse en un país de siervos gobernados por oligarcas.


Paul Craig Roberts fue secretario adjunto del Tesoro
en el gobierno de Reagan. Es coautor de
“The Tyranny of Good Intentions.” Su nuevo libro “How the Economy was Lost,”
fue publicado por AK Press / CounterPunch.
Para contactos, escriba a: PaulCraigRoberts@yahoo.com

Texto original en inglés: http://vdare.com/roberts/100215_america.htm