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Siete con ocho.


Por Braulio Alvarez.

 

No es una clave ni el dato de lo que perdió hoy la Bolsa: son números oídos en la calle. En esa calle en la que están las noticias de los que, por carecer de gabinetes de comunicación, nunca tendrán un hueco en las páginas de los periódicos o en el minutaje de televisiones y radios.

Antiguamente, solía compararse a los periodistas con las putas, pues los profesionales de uno y otro ramo trabajaban en la calle y daban razón y gusto al que pagase más. En nuestros días, periodismo y prostitución se ejercen en lugares reservados, usan de teléfono o internet y perciben sus emolumentos mediante tarjeta y abono en cuenta. Son otros tiempos, que duda cabe, aunque todavía queden putas en las aceras y aguerridos reporteros que nos informan en directo de que está nevando en la montaña en invierno. A mí, que tanto me gusta la verdad de la calle, es lógico que me identifique más con las que menos te engañan.

Los autobuses siempre llegan tarde y con prisa, no como el tren, que entra en la estación con majestuosa lentitud, pero a su hora. Así que en la parada del bus, mientras esperaba, puse la oreja a una conversación que me interesó. Eran dos mujeres y una le contaba a la otra lo que le había pasado a su hija con los estudios: que no había podido estudiar medicina en Oviedo porque tenía 7,8 de media y necesitaba un punto más, por lo menos, para que la admitiesen. La señora contó que lo habían intentado en Santiago y en otras regiones, pero tampoco la dejaron matricularse con esa nota. “¡Y luego dicen que hacen falta médicos!”, remachó.

¡Siete con ocho! En mi época de estudiante, no creo haber conocido a nadie que sacase esa media en el bachiller, porque el que era bueno en matemáticas, pues fallaba en latín o en gramática o en dibujo, y viceversa. Aprobar todas las asignaturas en mayo ya era bastante notable y no repetir ningún curso tampoco estaba mal. ¿Cuántos médicos habrán ejercido en España que fueron unos cateadores en el bachiller o reyes del cinco pelao? ¿Y cuántos sacaron matrículas, aprobaron cursos y sacaron títulos “por una gracia de Dios”?

¡Siete con ocho! ¡Qué puntillosidad a la hora de calificar la vida estudiantil de una persona! ¿Por qué la gente no puede estudiar o dejar de estudiar lo que quiera y pueda? Y no me hablen de costes económicos, que mucho más nos cuestan todos esos en los que ahora cualquiera está pensando.

¡Siete con ocho! En la Facultad de Medicina de Oviedo empezaron sus estudios este curso 140 alumnos, diez más que el año pasado y un 40% más también que hace cuatro años. ¿Cuál es el criterio? ¿A cuánta gente dejaron tirada en la cuneta y por qué? ¿Quién puntúa la irresponsabilidad de los “responsables”? “¡Y luego dicen que hacen falta médicos!”