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Por un sindicalismo digno.

Por Samuel Zapico.

 

Los sindicatos CCOO, UGT y USO se sumaron en Asturias a la protesta mundial contra la ampliación de la jornada laboral, la precariedad y el salario indigno.

Pero ocurre que en esta autonomía y en las ciudades gobernadas por las izquierdas también se ven obreros trabajando en las obras públicas de ocho de la mañana a ocho de la tarde. Se sustituyen empleados autonómicos o municipales por trabajadores subcontratados que cobran salarios de mierda y se privatizan servicios fundamentales.

En las grandes empresas asentadas en esta región, los trabajos más duros, peligrosos e ingratos los suelen realizar los trabajadores de empresas subcontratadas que a la precariedad laboral unen unos salarios que son dos, tres y hasta cuatro veces inferiores a los de los trabajadores de la empresa principal.

En estas grandes empresas se acepta como “normal” la creciente externalización de servicios, la práctica de prestamismo laboral y hasta un cierto “racismo laboral” o complejo de superioridad respecto de los trabajadores de las subcontratas. Muchos los consideran como si en vez de trabajadores fueran sus criados y los tratan con desprecio o a patadas.

No se piden, ni hacen falta, grandes heroicidades. Bastaría con practicar el sindicalismo que, como todo el mundo sabe, consiste en defender los derechos de los trabajadores y luchar por las mejoras de los mismos.

Se podría empezar por ir visitando a los empresarios de los que se tengan pruebas de que incumplen sistemáticamente la legislación vigente. Y hablar con los trabajadores, que más esquirolaje y acongoje había en 1970. Y denunciar en la prensa, y en la Inspección de Trabajo, y en Magistratura, y en Hacienda.

Porque aquí se ha visto que un trabajador llevaba seis años trabajando en una empresa llamada Hierros y Aplanaciones (Hiasa), en el mismo puesto, pero encadenando 50 contratos de trabajo: ¡Y le despidieron! Esa empresa tiene comité, pero todos, incluyendo las direcciones de los sindicatos, nos enteramos por los periódicos. Lo mismo que con los ferrallistas de Costanor, subcontrata de las obras de El Musel, obligados, entre otras lindezas, a trabajar turnos de doce horas durante diez días seguidos, que fueron despedidos por protestar.

Hay que cambiar hacia un sindicalismo más digno, porque, de seguir por la dinámica actual, los sindicatos van a terminar convirtiéndose en unas entidades oficiales más al servicio del gobierno y de los empresarios. Como en tiempos de la CNS. O peor, porque ahora no hay clandestinos.