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En sólo seis meses, Syriza hizo el mismo viraje que al antiguo partido socialista, el PASOK, le llevó 20 años, pero sin las genuinas reformas que el PASOK implementó durante su gobierno
Analizando los fracasos de Syriza
Por Pete Dolack

Fueron muchos los que pusieron sus esperanzas en Syriza y muchos los que quedaron amargamente decepcionados. La coalición griega de la izquierda radical demostró ser totalmente incapaz de resistir las enormes presiones ejercidas sobre ella y sobre el pueblo griego trabajador que son los que están pagando las consecuencias, sin exceptuar a los que votaron a Syriza.
¿Cómo deberíamos analizar el deprimente espectáculo de lo que había sido un partido genuinamente de izquierda, de hecho una coalición de fuerzas izquierdistas de todas las tendencias socialistas autodestruirse tan rápidamente? Una respuesta simplista podría ser lavarnos las manos y condenar Syriza por "oportunista", pero con esa actitud no aprenderíamos nada. Si somos serios al analizar el espectacular fracaso de Syriza (incluyendo a los que ya vaticinaban este resultado), resulta inevitable tener que profundizar entre los escombros.

En Syriza existían muchas corrientes políticas, aparte de otras tendencias de la izquierda que se habían mantenido fuera. Tampoco fueron pocos, incluidos algunos de sus líderes, los que ya temían la deriva que pudiera tomar Syriza incluso antes de su llegada al poder, tal y como recuerda Helena Sheehan en su nuevo libro The Syriza wave: surging and crashing with the greek left (La ola Syriza: ascenso y desplome con la izquierda griega). Escrito con humor y tristeza a la vez, la profesora Sheehan, veterana del trabajo solidario con la izquierda griega, avanza entre la marea ascendente y la descendente, y describe la anticipación y optimismo de antes, y la depresión y el shock posterior, dentro de Grecia y entre los aliados de Syriza por toda Europa.

El prólogo de este fracaso se conoce bien, pero la profesora Sheehan nos lleva a través de él como si nosotros estuviéramos allí, reflejando lo que estaba sucediendo en cada momento y su propio optimismo. Que sepamos cómo acaba la historia, no desmerece en nada ese estilo de escritura; más bien aumenta las emociones a medida que revivimos lo que en aquellos momentos parecía que iba a ser el inminente primer golpe serio contra la austeridad global y el cada vez mayor dominio del capital financiero. No se trataba de un optimismo irreal, porque todo el mundo tenía serias dudas sobre la inmensa tarea que aguardaba a Syriza si ganaba las elecciones. Ciertamente, Grecia no podía ser una pequeña isla socialista en un inmenso mar de capitalismo. Los problemas griegos de entonces y de ahora solamente pueden tener soluciones europeas e internacionales.

Sin embargo, alguien tiene que ser el primero. La izquierda internacional veía con esperanza a Syriza y los economistas de Syriza trabajaban en la búsqueda de soluciones. Había mucha seriedad política todo vez que se veía a Syriza como la última esperanza, toda vez que lo que podía venir después bien podría ser la amenaza fascista de Amanecer Dorado.

La profesora Sheehan establece esta etapa, al abrir su libro en 2012, un año en el que se firmó el segundo memorandum, que imponía una austeridad más severa a los griegos, y cuando Syriza pasó de ser una fuerza parlamentaria menor a terminar la segunda, muy cerca del principal partido de la derecha, Nueva Democracia. Con los análisis, esperanzas y temores de una variedad de activistas griegos a los que entrevistó en repetidas visitas, Sheehan describe los grandes esfuerzos de Syriza para involucrar a los diferentes grupos y movimientos sociales (en contraste con el sectarismo del partido Comunista griego) y hacer que el liderazgo de Syriza fuera intergeneracional.

No obstante, también hubo críticas de izquierda que acusaban a Syriza de estar echando agua al vino o tratando solo de manejar el capitalismo en vez de crear socialismo. Los dirigentes de Syriza lo negaron con rotundidad y decían que revertirían los recortes por la austeridad y restaurarían los salarios y las pensiones, y redesitribuirían riqueza y poder. Esto no sería todavía socialismo, pero "se intentaba abrir una vía nueva al socialismo para el siglo XXI". Sin embargo, una primera señal de peligro fue la división en el partido entre si permanecer en el eurozona, incluso si el euro y la Unión Europea en su conjunto eran vistas como un lugar para la lucha. Algunos dentro de Syriza, como Costas Lapavitsas, argumentaban que Syriza debería estar preparada para una ruptura con la Unión Europea. A pesar de estas advertencias, no se formuló la necesidad de trabajar en la preparación sistemática de un Plan B.

La austeridad podría haber sido más dura para los griegos que en cualquier otro lugar de Europa, pero no fue una aberración específica para un pequeño país que los funcionarios de la UE vieron como fácil de intimidar. No era una batalla local y la profesora Sheehan escribió: "Estos recortes en los salarios, las pensiones y los servicios públicos, esta privatización de la propiedad pública, esta redistribución (¡) de la riqueza de abajo hacia arriba (¿incautación?); no son medidas temporales, sino que forman parte integral de la reestructuración sistémica del capitalismo. (...)Donde una vez hubo experimentos de socialismo en el este, ahora hay oligarquías. Lo siguiente en la agenda es acabar con las ventajas logradas por el movimiento obrero en occidente." (pag. 58)

Sin embargo, ni un solo éxito en un país europeo podrá mantenerse a menos que sea seguido por éxitos similares en otros países. "Yannis Tolios, un economista que también fue elegido para el comité central de Syriza, planteó el problema rígidamente, pero con diferente acento: "Si el socialismo en un solo país se considera duro, el socialismo en todos los países a la vez es casi imposible: Grecia necesitaba avanzar, estuvieran listos el resto de países o no, pero era un camino peligroso." (pag. 59)

Syriza podría reconstituirse como un partido unificado, con sus anteriores grupos constituyentes, incluyendo el más grande, Synaspismos, disolviéndose (aunque algunos quedaran fuera). Una cuarta parte del comité central eran miembros de la Plataforma de Izquierda, una facción organizada que defendía revertir la austeridad por cualquier medio, pero con una mayoría heterogénea del comité central a favor de Alexis Tsipras. Las críticas internas se quejaban de que demasiado poder se estaba concentrando en las manos del líder del partido y de su círculo íntimo, y tampoco le preocupaba que Syriza se estuviera deslizando demasiado hacia la derecha confinada a la Plataforma de Izquierda. (?)

La miembros más activos de Syriza creían que el capitalismo era el problema y el socialismo la solución, escribe la autora, pero "habían dejado de soñar con asaltar los palacios de invierno", añadió.

"No estaban esperando por una insurrección general que destruyera el capitalismo un día e inaugurase el socialismo al día siguiente. Estaban planeando un proceso prolongado que incluiría ganar elecciones multipartidarias, participar en nogociaciones difíciles, aceptar alianzas poco atractivas, deshacer el daño hecho y construir lo nuevo dentro de la cáscara de lo viejo." (Pag. 85)

Ganar una elección, pero no necesariamente poder

La anticipación creción mientras Syriza para gobernar, pero el programa del partido Salónica 2014 se veía por muchos como una retirada significativa. ¿Estaba Syriza aguando su propio vino incluso antes de las próximas elecciones? Fuera la que fuese la pureza del vino, Syriza ganó las elecciones de Enero de 2015. La troika de la UE y del FMI que había estado dictando medidas de austeridad a los anteriores gobiernos griegos no dejaron pasar un segundo para atornillar al nuevo gobierno, lo que se interpretó como un claro intento de humillar a Syriza. Las negociaciones se prolongaron y, en medio de una gran solidaridad internacional, el primer ministros Tsipras convocó un referéndum ese verano para, supuestamente, reforzar su posición negociadora. Los griegos respondiendo dando un claro "no" a una mayor austeridad. El gobierno de Syriza hizo entonces una notable mutación. Apenas ocho días después, el primer ministro Tsipras firmó un acuerdo aún más desfavorable que el que le había presentado la troika. Más de la mitad del comité central de Syriza firmó una carta de oposición y la mayoría de los miembros de Syriza estaban cabreados. Todo se ignoró.

Algunos dirigentes del partido dieron explicaciones públicas a este giro político. Argumentaban que el partido estaba corriendo una maratón y que la carrera todavía no había terminado; que el partido mantenía un margen de maniobra y que continuaba siendo un partido de izquierda gracias a los lazos que le unían con los círculos de solidaridad. Otros dirigentes, sin embargo, argumentaron que el nuevo acuerdo había sido una capitulación desastrosa. Una vía alternativa frente a la austeridad era la salida de la eurozona. El contraaurgumento era que aunque el análisis que apoyaba la salida de la eurozona era correcto pero, no obstante, no se podía tomar ese camino debido a que la relación de fuerzas era claramento desfavorable a la economía griega.

Había argumentos tanto para permanecer en la eurozona como para salir de ella, pero los defensores de la anti-austeridad en ambos lados recomendaron medidas enérgicas, como renunciar al pago de la deuda, nacionalizar la banca e imponer controles sobre el capital. Nada de esto se tuvo en cuenta. Syriza nunca tuvo un Plan B.

La mayoría de los griegos estaba a favor de permanecer en la eurozona y ello ejercía su influencia en el partido. Pero llegar al gobierno sin ningún plan alternativo aparte de negociar con la troika, y en particular con burócratas insensibles a cualquer argumento griego, colocó a Syriza en una posición contraria a sí misma. Las excusas de los dirigentes del partido diciendo por qué en vez de terminar con la austeridad habían accedido a aumentarla, eran sólo eso, excusas. La profesora Sheehan rebate esas excusas de manera brillante: "Una cosa es darse cuenta de que te han puesto una pistola en la cabeza y reconocer la derrota, y otra muy diferente dar media vuelta y apuntarse una gran victoria moral, y acusar de enemigo a cualquiera que diga lo contrario. Se negó en demasía lo que la lógica más elemental y las evidencias mostraban y no se aceptó ninguna culpabilidad ética. (...) La cuestión sobre conceptualizar la contradicción no es afirmarlo y revolcarse en ello, sino luchar por resolverlo, superarlo, crear una nueva síntesis a partir de ello. Como si la agudización de la expropiación económica y la capitulación política no fueran ya bastante, añadieron la ofuscación intelectual y la degradación moral a la terrible realidad que se anunciaba. (...) No se puede construir una izquierda cuando se ensucian la base misma de nuestros ideales. Todo proviene de una mezcla de oportunismo chillón, una confusión genuina, trastono psicológico y sofistería postmodernista." (Pags. 133-134)

Syriza, a pesar de toda la algaravía de los tres años anteriores, llegó al gobierno sin preparación. Y, sorprendentemente, manteniendo la creencia de que se podría razonar con la troika.

Una misión suicida seguida de una purga

Lo siguiente, fue una "misión suicida para la izquierda". Syriza presentó en el parlamento un proyecto de ley de 977 páginas para ser votado inmediatamente, sin tiempo para leerlo. La Plataforma de Izquierda votó no como una facción unificada y una facción separada del grupo parlamentario de Syriza, el Grupo 53+, se se quejó de la disminución de la democracia interna, a pesar de lo cual, Syriza votó sí y el nuevo acuerdo se aprobó con el apoyo de la mayoría de los demás partidos. "No creo que haciéndolo mal les vaya a salir bien", es como lo autora se refirió a lo sucedido.

A raíz de la vergonzosa capitulación, en vez de convocar un congreso, el primer ministro Sypras decidió convocar unas elecciones anticipadas, las cuales aprovechó para purgar a Syriza de su ala izquierda. Tsipras se distinguió durante la campaña electoral por sus ataques a la izquierda y a sus partidarios internacionales. Los parlamentarios que pertenecían a la Plataforma de Izquierda dimitieron para formar un nuevo partido, Unidad Popular, pero, con poco tiempo y sin recursos,no logró alcanzar el tres por ciento de los votos. Syriza ganó de nuevo.

La salida de militantes de Syriza y los intentos de construir un nuevo partido de izquierda han continuado, toda vez que no solamente no hay ayudas para disminuir la deuda externa sino que Syriza da bandazos hacia la derecha en política exterior y su primer ministro se ha postrado de rodillas ante la iglesia. A Syriza le llevó solamente seis meses recorrer la senda que al antiguo partido socialista, el Pasok, le llevó veinte años, pero sin las reformas genuinas que el Pasok instauró al principio de época de gobierno. Implementar y expandir las expropiaciones como un fin en sí mismo, es una tontería, señala la profesora Sheenan.

Entonces, ¿por qué Syriza escogió ese camino? Ninguna respuesta es suficiente, pero la autora, en una amplia encuesta, exploró varias opiniones dadas por diversos activistas griegos. En resumen, son las siguientes:

- Que las actuaciones de Syriza constituyen una retirada, no una traición, ya que la transformación es una dolorosa maratón con muchos retrocesos.

- Syriza no tenía un programa coherente, pero su izquierda estaba demasiado centrada en la transformación del estado.

- Syriza fracasó en combatir con argumentos el relato de "no hay alternativa" y debería haber renunciado a la deuda, nacionalizado los bancos y elaborado un discurso anti-capitalista.

- El fracaso de Syriza tiene su raíz en sus compromisos de clase y constantes pruebas de confianza a la derecha desde 2012.

- La Unidad Popular tiene futuro a pesar de echar a perder su primer triunfo electoral.

- Es imposible controlar la economía dentro de la eurozona.

- El poder del dinero destruyó Syriza.

Helena Sheenan ha escrito un estudio muy útil sobre Syriza y, en particular, sobre la amplia gama de plataformas y perspectivas, y su evolución con el paso del tiempo, mientras el partido se preparaba para tomar el poder y luego se encontraba incapaz de manejarlo, y mucho menos resolver, las contradicciones internas y externas. Que este libro sea un "como si ustede estuviera allí", desde un punto de vista personal, no siginifica en absoluto que La ola Syriza no sea otra cosa que un serio análisis político. El trabajo podría haberse fortalecido de dos maneras: una, con una discusión más profunda de las cuestiones económicas, incluyendo las ramificaciones de permanecer (o salir) de la zona euro, y, dos, una discusión de como virtualmente cada euro de los préstamos de la troika va a parar a los acreedores y los bancos en lugar de al pueblo griego, un tema que apenas se menciona de pasada una sola vez. Estos temas que podrían haberse añadido al libro.

No obstante, los lectores que deseen un análisis político y comprender lo que los activistas y líderes de Syriza estaban pensando y haciendo, incluidos los ministros, antes y después de ocupar sus puestos, harían bien en leer este libro. La profesora Sheenan, a pesar de las denuncias justificadamente amargas de la actuación del partido en el poder en contraste con su apoyo anterior, termina con una nota optimista. Se supone que, después de todo, debemos aprender de la derrota para hacerlo mejor en el futuro, ¿o no es así?