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¡El “tiempo disponible” que abolió el trabajo!


Por Michel Peyret.
Legrandsoir.info

 

 


“Llegamos al punto preciso que anunciaban los primeros visionarios del post-capitalismo cuando, más allá del orden industrial naciente, entreveían una sociedad diferente: la eficacia de las máquinas aboliría el trabajo, el reino del capital y de la mercancía para hacer aparecer el “tiempo disponible” como medida de la “verdadera riqueza”.

La revolución micro-electrónica nos arrastra hacia todo eso y, sin embargo, continuamos miserablemente a la espera de que el porvenir nos devuelva el pasado, que el capitalismo se recupere de su agonía, que la automatización procure más trabajo del que elimina. La izquierda está a punto de morir de falta de imaginación.” Todo eso dijo André Gorz.

André Gorz ha muerto hace unos pocos meses.

Por mi parte, yo no soy de “izquierdas”, yo me creo comunista, y es sin duda debido a ello por lo que yo frecuento a “los primeros visionarios del post-capitalismo”, a los cuales André Gorz se refería, anunciadores, al mismo tiempo, ¡de la abolición del trabajo y del final del reino del capital y de la mercancía en beneficio del “tiempo disponible” como valor de nuestra época!

Supongo que André Gorz incluía a Marx entre esos “primeros visionarios”. Por mi parte, continúo, fue al autor del “Manifiesto” al que cité en Septiembre de 2008 en un artículo que titulé: “¿De qué trabajo hablamos”, en respuesta, por otra parte, a otro militante comunista que parecía ignorar este contenido del comunismo que sigue obsesionando a Europa, como tan bien ha recordado Alain Badiou, para el que “la hipótesis de la emancipación, fundamentalmente, sigue siendo la hipótesis comunista”, un primer punto que puede encontrar otras formas de elaboración y enseguida se da cuenta de que “se trata de una idea fundamental”. También nos propone “trabajarla” como tal.

¿Qué dice El Manifiesto respecto del trabajo?

“La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza entre las manos de los particulares, la formación y crecimiento del capital; la condición de la existencia del capital es el salario. El salario descansa exclusivamente sobre la concurrencia de los obreros entre ellos.”

Más adelante, Marx insiste: “¿Pero acaso el trabajo asalariado, el trabajo del proletario crea propiedad para él? Absolutamente, no. Crea capital, la propiedad que explota el trabajo asalariado, y que no puede aumentar sino a condición de producir más trabajo asalariado para explotarlo de nuevo. En su forma actual, la propiedad oscila entre estos dos términos antinómicos: el Capital y el Trabajo.

¿La conclusión del Manifiesto sobre este asunto?

“El comunismo no quita a nadie el poder de apropiarse de los productos sociales; no quita más que el poder servirse del trabajo de otro para esta apropiación.

“Se ha objetado incluso que con la abolición de la propiedad privada toda clase de actividad cesaría, que una pereza general prevalecería.

“Si eso fuera así, haría ya tiempo que la sociedad burguesa habría sucumbido a la holgazanería, porque en esta sociedad, los que trabajan, no ganan, y los que ganan, no trabajan.

“Toda objeción se reduce a esta tautología: que ya no hay trabajo asalariado cuando no hay ya capital.”

¿Tautología?

Según el diccionario que consulto, una “tautología” es una “proposición siempre cierta” o incluso “una repetición inútil”.

Ciertamente, no creo que la repetición sea inútil, ¡todo lo contrario!

La tendencia principal hoy en día, incluso aunque parezca que se invierte con la “vuelta a Marx” que acompaña a la profundización de la crisis del capitalismo, es todavía la de... ¡ignorar el contenido real de la obra de Marx en sus aspectos principales!

¡Saludemos en consecuencia, y no con la boca pequeña, a Alain Badiou que citaba antes y a su esfuerzo renovado por hacer evidente la actualidad de “la Idea comunista”, Idea con “I” mayúscula!

Decididamente, los “ringards”, que es como llaman a los partidarios de esta vuelta a las fuentes, comienzan a aparecer de otra manera cuando la realidad del capitalismo se muestra en toda su negatividad y las únicas perspectivas que se explican, aparte de una “moralización del capitalismo” o su repetida “mejora”, ¡son precisamente ésas!

Otras direcciones aparte de la de “trabajar más”.

Desde entonces, se comienza a percibir que existen otras muchas direcciones aparte de esa de “trabajar más” del último de los “directores de orquesta” encargados de ejecutar lo mejor posible las partituras de los compositores del capital de nuestro tiempo, o las de todos esos que aspiran a conseguir a cualquier precio una banqueta en la orquesta, y cuyas reivindicaciones son simples modulaciones del mismo “trabajar más” del director de orquesta, como, por ejemplo, los que reclaman “un trabajo para todo el mundo” en lugar de proponer... ¡un cambio en el reparto!

¿Otras direcciones?

Hoy por hoy, me contentaría sólo con una, tal y como viene explicada en los escritos o propuestas de Jacques Marseille, que aparecen recogidos en una entrevista en “L’Est Republicain” el 30 de enero último.

Como yo estoy lejos, muy lejos, de compartir el conjunto de las opiniones de Jacques Marseille, subrayo que se trata de una pista a trabajar pero en una perspectiva... ¡que no es la suya!

La utopía de Thomas Moore.

Cito:

En “L’Est Republicain”: “Cuando la OIT predice 50 millones de parados más en el mundo, ¿no hay materia para inquietarse?”
Jacques Marseille: “¡No tomo esta cifra más en serio que cuando Leclerc anuncia una bajada de los precios del 2,3% en 2009! Todo eso contribuye a aderezar esta hermosa depresión económica que llena a la gente de ansiedad, cuando la lectura de un buen libro de historia les debería evitar tener que comprar antidepresivos y psicotrópicos.

“L’Est Republicain”: “Usted ya avanzó un remedio, una asignación universal. Explíquenosla.
J.M.: “Esta idea es de Tomás Moro y la desarrolló en “La Utopía”, en 1516; luego, otros la tomaron. Consiste en redistribuir a cada uno una parte del dividendo de nuestra herencia colectiva. Yo la he calculado. Propongo dar 750 euros por mes a cada individuo, trabaje o no, desde la edad de 18 años hasta su muerte, y 375 euros desde su nacimiento hasta los 18 años. En contrapartida, todas las otras prestaciones serían suprimidas: ayudas familiares, paro, ayudas al alquiler, becas, jubilaciones; excepto el seguro médico.

“He calculado que una pareja de “smicards” (los que cobran el salario mínimo en Francia) alcanzaría los 3.500 euros al mes: 2 salarios base de mil euros más dos asignaciones universales de 750 euros.

“Si capitaliza cada mes lo que hoy le es deducido, dispondrá al jubilarse, claramente, de más de lo que puede esperar.

“Imaginemos que esta asignación universal se aplicase a todos los franceses, entonces representaría 578 mil millones de euros, el 30% del PIB francés, mientras que ya consagramos el 30% del PIB a los gastos sociales con la ineficacia y la iniquidad que conocemos. Nada más que hay, por ahora, un estado americano que lo aplica: ¡Alaska!”

En qué se convierten las riquezas producidas por el trabajo.

Me repito, yo no tengo ni la imaginación, ni la lógica política y social de Jacques Marseille.

Pero eso es de todas formas lo que me incita a preguntarme para saber cómo se utilizan las riquezas producidas por el trabajo de los asalariados franceses, las cuales se las apropian, de una manera o de otra, los capitalistas, ¡igual da que esos asalariados trabajen en una empresa pública o privada!

Se sabe la parte, que está en disminución, de los salarios en esta riqueza. Se puede saber la parte de estas riquezas que se invierte en Francia, con mayor o menor utilidad.

Se ignora a menudo la importancia de la parte destinada a la exportación (de capitales) y que los capitalistas de origen francés son los primeros exportadores de capitales, ¡capitales producidos por los asalariados de nuestro país!

Y comprenderíamos mucho mejor el funcionamiento del sistema (capitalista) si se pudiera conocer la parte de estas riquezas que los capitalistas dedican a la especulación financiera, ¡donde a menudo las tasas de beneficio son muy superiores a las que obtienen en el sector productivo! ¡Especulación que deriva de esa manera hacia una actividad parasitaria una gran parte del resultado del trabajo que podría ser, por contra, invertida con utilidad!

¡Trabajar menos!

En definitiva, uno se da cuenta que, con lo producido por los trabajadores, todo se podría hacer de otra forma, socialmente beneficiosa.

Ya que se ha entrado en otra revolución constituida por la automatización y la informatización de toda la vida activa, no es “trabajar más” lo que necesitan los trabajadores franceses y de otras partes, sino, al contrario, “trabajar menos” dejando que trabajen las máquinas, cuya productividad se ha multiplicado en estas últimas décadas.

Pienso, como André Gorz, que hoy es necesario y posible reducir masivamente el tiempo de trabajo.

Ya a finales del siglo XIX, Paul Lafargue, cuyo nombre lleva una calle en Burdeos, que fue también yerno de Marx y uno de los fundadores del Partido Socialista, consideraba, en su obra “El derecho a la pereza”, que ya se habría podido limitar entonces la duración del tiempo de trabajo ¡a tres horas al día!

Y, con mayor razón, ya que hoy no estamos ya en los tiempos del “orden industrial naciente”, y sin esperar los tiempos mejores del comunismo, pero igualmente en esa perspectiva, ¿no es urgente poner esta exigencia en el centro de las luchas? ¿No podría se de esa manera hacer más fecundo el próximo Primero de Mayo?