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El urogallo y el cinismo.

Por Ramón Díaz.
La Nueva España del Oriente

 


El urogallo se extingue. Los ecologistas aseguran que en 2013 desaparecerá de los Picos de Europa. Alguien replicará que para qué sirve el gallu montés y qué reporta a la sociedad. Sería muy difícil convencer de la importancia de una especie a quien sea capaz de lanzar semejante pregunta. Imposible trasladarle que la presencia del urogallo constata el altísimo valor ambiental de la zona en la que habita, y que la extinción de una especie supone una pérdida irreparable.

El urogallo sirve para lo mismo que la ballena, el lince ibérico, el oso polar o la foca monje: para nada que tenga que ver con intereses humanos, salvo el placer de verlo y oírlo o, simplemente, de saber que todavía está ahí al lado. Lo que debe decirse alto y claro es que si lo que interesa no es el urogallo y la conservación, sino el turismo masivo, las minicentrales eléctricas, las subvenciones, los aparcamientos, los teleféricos y, en definitiva, don dinero, lo mejor que puede hacerse es eliminar el parque nacional. Lo contrario no pasa de ser un ejercicio de cinismo.