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Al borde de la catástrofe.

Mientras el Senado de los EE.UU. avanzaba hacia un frágil acuerdo sobre el plan de estímulo del presidente Barack Obama, quien insiste en la necesidad de aprobar el proyecto de ley para reactivar la economía y crear empleos, al parecer la mejor parte del plan, la ayuda a los estados, está siendo disuelta por los Republicanos, como lo advirtió el economista Paul Krugman, Premio Nobel 2008, en el siguiente artículo.


Al borde de la catástrofe.

Por Paul Krugman.
Texto original publicado en
el New York Times.
En español, en La Tribuna Hispana.
Traducción: A. Mondragón

 

No es gracioso lo que está ocurriendo en el camino hacia la recuperación económica. En las últimas dos semanas, lo que debería haber sido un debate serio sobre cómo salvar una economía que se está dirigiendo a una estrecha y desesperada situación, en lugar de eso, lo que vemos es un teatro político trillado, con los Republicanos usando todos los viejos clichés acerca de un gobierno derrochando gastos y de las maravillas de los recortes de impuestos.

Es como si el deprimente fracaso económico de los últimos ocho años nunca hubiera ocurrido – incluso los Demócratas, increíblemente, ha estado a la defensiva. Aun así un proyecto de ley sobre el estímulo económico ha pasado al Senado, donde existe un riesgo real de que las partes más importantes del plan original, especialmente la ayuda a los gobiernos estatales y locales, sean eliminados.


En cierta forma, Washington ha perdido el sentido de lo que está en peligro –de la realidad de que bien podemos caer en un abismo económico, y que, si caemos, será muy difícil salir otra vez.

Es difícil de exagerar acerca del problema económico en el que estamos. La crisis comenzó con la vivienda, pero la implosión de la burbuja de la vivienda de la era Bush ha tenido un efecto de dominó económico, cayéndose no sólo en los Estados Unidos sino también alrededor del mundo.

Los consumidores, con sus riquezas diezmadas y su optimismo opacado por el colapso de los precios de las casas y una bolsa de valores tambaleante, han recortado sus gastos y han aumentado dramáticamente sus ahorros – una cosa buena a largo plazo, pero un enorme golpe para la economía de hoy. Los desarrolladores de bienes raíces comerciales, observando la caída de los alquileres y el aumento de los costos financieros, han reducido drásticamente sus planes de inversión. Los negocios están cancelando sus planes de expansión, desde que no venden lo suficiente como para usar la capacidad que tienen. Y las exportaciones, que era una de las pocas áreas de fuerza económica de los Estados Unidos en los dos años pasados, están bajando en picado ahora que la crisis económica ha impactando a nuestros socios comerciales.

Entretanto, nuestra principal línea de defensa contra la recesión –la usual capacidad de la Reserva Federal (Fed) para apoyar a la economía por reducir las tasas de interés –ha llegado a su límite. La Fed ha reducido las tasas de interés a prácticamente cero, y la economía aún está en caída libre.

No es sorprendente, entonces, que la mayoría de los pronósticos económicos advierten que, ante la falta de acción del gobierno, nos encaminamos hacia una profunda, severa y prolongada caída de precios. Algunos analistas privados predicen un desempleo de doble dígito. La Oficina de Presupuestos del Congreso es ligeramente más sangrante, pero su director, no obstante, advirtió recientemente que "la ausencia de un cambio en la política fiscal ... (hará que) la caída de la producción nacional alcance niveles potencialmente (más peligrosos) y sea más grande – en duración y profundidad – que en la Depresión de los años 1930".

Lo peor de todo es la posibilidad de que la economía, como ocurrió en los treinta, termine incrustada en una prolongada trampa deflacionaria.

En un punto, ya estamos cerca de la deflación que se experimento en la Gran Depresión. En particular, el sector privado está experimentando amplios recortes de salarios por primera vez desde los años treinta, y habrá mucho más de esto sí la economía continúa debilitándose.

Como el genial economista americano Irving Fisher señaló hace casi 80 años, la deflación, una vez iniciada, tiende a alimentarse por sí misma. Cuando los ingresos en dólares caen frente a una depresión económica, la carga de las deudas se vuelve más difícil de soportar, mientras que las expectativas de más disminuciones de precios desalientan el gasto de inversión. Estos efectos de la deflación deprimen adicionalmente la economía, que conduce a más deflación, etcétera.

Y las trampas deflacionarias pueden seguir por mucho más tiempo. Japón experimentó una "década perdida" de deflación y estancamiento en la década de 1990 – y la única cosa que dejó escapar a Japón de su trampa fue un auge global que fomentó las exportaciones de esa nación. ¿Quién rescatará a los Estados Unidos de una trampa similar ahora que el mundo entero está bajando bruscamente al mismo tiempo?

¿Lo haría el plan económico de Obama, estando promulgado, asegurando que los EE.UU. no tenga su propia década perdida? No necesariamente: Un número de economistas, yo mismo incluido, piensan que el plan se queda muy corto y debería ser sustancialmente mayor. Pero el plan Obama ciertamente mejoraría nuestras probabilidades. Y eso es por qué los esfuerzos de los Republicanos para hacer el plan más pequeño y menos efectivo – para convertirlo en poco más que otra ronda de recortes de impuestos al estilo Bush – es tan destructivo.

¿Qué debería hacer Obama? Cuéntenme entre quienes piensan que el presidente cometió un gran error en su acercamiento inicial, que sus intentos para trascender el partidismo acabaron por darle más poder a los políticos que toman sus órdenes de movilización de Rush Limbaugh (el comentarista radial de extrema derecha). Lo que tiene importancia ahora, sin embargo, es lo que él hará de ahora en adelante.

Es hora de que Obama vaya a la ofensiva. Sobre todo, él no debe de dejar de señalar a quienes estorban su plan, en nombre de una filosofía económica desprestigiada, que están poniendo en riesgo el futuro de la nación. La economía americana está al borde de la catástrofe, y muchos del Partido Republicano están tratando de empujarla más hacia ese borde.