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Vertedero de Serín: Yo sí me acuerdo.


Por Marcelino Laruelo.
indymedia.org


A finales de los años setenta las basuras de Gijón se amontonaban en las calles porque no había dónde las llevar; hasta que apareció el vertedero de Serín. Lo que era una solución comarcal, COGERSA lo convirtió en un negocio regional. ¿Y ahora qué? Pues a quemar la basura en una incineradora para que siga el negocio.

 

Hubo un tiempo en que las basuras de las casas de Gijón eran las cenizas de las cocinas de carbón. Las botellas no se reciclaban, sino que se reutilizaban, los envoltorios eran de papel y no había plásticos. Los camiones municipales recogían la basura y la llevaban a basureros en La Providencia, en Baldornón, y por ahí, o lo utilizaban como rellenos en la zona del Piles. En muchos barrios de nueva creación, no había servicio de recogida y los vecinos llegaban a utilizar la ceniza para rellenar los baches de todas aquellas calles que no tenían aceras y estaban sin asfaltar.

Eso era antes de Uninsa, de los hípers y de las multinacionales de la alimentación. A finales de los setenta, Gijón se encontró con el gravísimo problema de que no tenía a dónde llevar el medio kilo diario de basura que, de media, generaba cada vecino de la ciudad. Los gobiernos subfranquistas de Suárez se resistían a convocar elecciones municipales, no fuera a haber otro Abril, y los camiones de la basura de Gijón, escoltados por la Guardia Civil, tenían que salir cada noche, a descargar en sitios recónditos como si fueran contrabandistas. En Cenero, los vecinos no se liaron a tiros con la Guardia Civil de milagro. Se quemaron excavadoras y a algún chófer le costó un ojo de la cara. Ese fue el panorama que se encontraron la corporación resultante de las elecciones de 1979 y el alcalde José Manuel Palacio.

No fueron los fernándeces, quién sabe dónde andarían, los que tuvieron que buscar y pelear con los vecinos hasta dar con ese de lugar de Serín, sino los concejales de aquella corporación gijonesa.

Lo que empezó siendo un vertedero controlado para Gijón y los municipios más próximos: Carreño, Gozón, Avilés, Corvera, Llanera, Siero, Noreña y Villaviciosa, no sé yo si estaría Oviedo y me extraña que un principio se incluyera; todo dentro de la racionalidad de no pasear la basura más allá de un radio aproximado de 20 kilómetros; pues ese vertedero comarcal lo fueron convirtiendo los fernándeces de la poltrona autonómica en el vertedero único de Asturias, y por traer, hasta de León se llegó a traer basura. Del inicial objetivo de los residuos urbanos se pasó a admitir también los industriales.

El negocio es el negocio y los fernándeces no son amigos de romperse mucho la cabeza pensando, y menos si se trata de “basura”, así que para qué buscar emplazamientos y crear consorcios en las distintas mancomunidades comarcales asturianas. No les importa el coste del transporte, “¡será por perres!”, ni les interesa el principio educativo de que cada municipio se responsabilice de la basura que generan sus propios vecinos: “¡tira, que libres!”

Si el negocio es la basura, cuanta más basura, mejor. Esa es la mentalidad que subyace, por mucho que la pinten con los colorines del arco iris del ecologismo inverso. Y, como siempre, los grandes generadores de basura, sean las industrias o sean los hípers, los súpers y las empresas agroalimentarias, a ésas, ni tocarlas.

El ciudadano corriente es el que tiene que pencar con la incompetencia, inoperancia y la connivencia de los fernándeces con los poderosos. El ciudadano paga, carga, selecciona, acarrea hasta los contenedores, vuelve a pagar y, ahora, respirará también su cuota de basura incinerada. Los fernándeces a lo suyo, en la basura como en lo demás: la vergüenza pasa y la manteca queda en casa.