asturiasemanal.es
laboral     ecología   política
Oficina de Defensa del Anciano inicio
Asturias Republicana
   

 

El Western.
Mito y Rito para un Pueblo sin Historia.

Por Juan Antonio de Blas.

SEGUNDA PARTE

Capítulo XIV

La Literatura

 

En la Literatura USA, ante el hecho del western se produjo, desde el principio, una distinción tajante entre la llamada literatura de calidad y la popular, cuando, en realidad, las dos coinciden en los mismos tipos y mitos, y únicamente se diferencian en las pretensiones.

El primer western literario es “El último de los mohicanos”, una de las primeras novelas norteamericanas que se puede definir como pedestre, ya que los protagonistas se pasan corriendo toda la obra para llegar a un final trágico, en el que mueren el indio y su chica blanca. Fue escrita por James Fenimore Cooper, en 1828, que situó la acción durante la guerra india de 1757. Cooper, un marino militar retirado, procedente de una familia acaudalada de origen holandés, la escribió para demostrar a su mujer que en Estados Unidos se podían redactar novelas históricas similares, en éxito, a las de Walter Scott en Inglaterra. Lo logró y se convirtió en el primer escritor nacional norteamericano, sobre todo porque en sus novelas aunaba aventura y patriotismo, lo que le ganó el favor, y fervor, del público, que tenía muy cercana la guerra de Independencia y ansiaba encontrar sus señas de identidad propias.


James Fenimore Cooper (Nueva Jersey, 1789; Nueva York, 1851), hijo de congresista y rico
propietario, estudió en Yale y fue expulsado; se enroló en la marina mercante y viajó a Inglaterra
y España; sirvió en la Navy, navegando por los Grandes Lagos, donde conoció la vida de la frontera.
En 1839 publicó "Historia de la Marina de Estados Unidos". Dcha., escena de la película
El último Mohicano, versión rodada en 1920, dirigida por M. Tourneur y C. Brown.

Siguiendo la moda internacional de la novela histórica, en pleno auge, apareció, en 1832, “Los caballeros del Sur”, de L. Caruthers, un pésimo escritor con ínfulas de historiador, que marcó un hito en el nacimiento del mito del romanticismo sudista. Como era de esperar, su versión idealista de los virginianos le ganó el beneplácito de todos los estados algodoneros y, a partir de la lectura de su novela, los sudistas empezaron a imitar el comportamiento de los protagonistas de la ficción romántica. Tal fue la difusión del mensaje que, en 1836, el francés Chevalier escribió, “Las cartas sobre América del Norte”, en las que aseguraba que el Norte de USA descendía de los seguidores de Cronwell, y el Sur, de los partidarios del decapitado rey Carlos I de Inglaterra, y lo que era una mistificación inicial, se convirtió en un aserto. Es exacto el retrato que Chevalier hace de los USA, ya en 1836, divididos en dos grandes bandos de intereses y mentalidad antagónicos.

Quizá como reacción a la mantenida moda cultural sudista, excesivamente romántica e idealizadora, aparece, en 1851-52, serializada en la revista The National Era, la novela “La cabaña del tío Tom”, que se convertiría en el alegato en un alegato antiesclavista y su autora, Harriet B. Stowe, en una heroína nacional, utilizada como abanderada del movimiento abolicionista. La novelista, convertida en escritora de fama internacional, vivió en Inglaterra, donde conoció a la viuda de Lord Byron, lo que le valió para escribir un libro de reivindicación sobre la denostada figura del rebelde poeta. Por su inicial novela pasó a la Historia, si bien a causa de extraños juegos de ironías que tiene el mundo de las letras, “La cabaña del tío Tom” ha quedado recluida en el guetto de la literatura infantil y juvenil, olvidando que fue un arma de batalla que despertó pasiones encontradas por su denuncia social.


Harriet Elisabeth Beecher (Connecticut, 1811-1896) de familia importante y abolicionista,
escribió más de veinte libros. Cursó estudios superiores, frecuentó círculos intelectuales y
se casó con un profesor, ardiente anti-esclavista. Tras la guerra, luchó por los derechos de la mujer.
Dcha., escena de la primera película; fue la obra más versionada durante la época del cine mudo,
la primera, de 1903, fue dirigida por Edwin S. Porter, con actores blancos maquillados.

De la época de la Guerra de Secesión data el tiempo de Ambrose Bierce, un yanky de Ohio que se alistó en el ejército de la Unión, a los diecinueve años, y participó en toda la contienda en las filas del Noveno Regimiento de Infantería de Indiana. Fruto de esas experiencias bélicas es el libro, aparecido en 1891, “Cuentos de soldados y civiles”, que está entre lo mejor de la gran literatura norteamericana. Es una obra que ha servido de fuente de inspiración a otros novelistas, cineastas, realizadores de televisión y hasta autores de comics. Bierce, periodista en California y amigo de Mark Twain, hizo de su vida una novela en la que la ética es su mejor emblema. Incluso su final es tan extraordinario como su obra, ya que a los setenta años se enroló con las tropas de Pancho Villa para combatir en la Revolución Mexicana y desapareció en la campaña de Villa contra Torreón. Sobre su muerte hay una magnífica novela de Carlos Fuentes, “Gringo Viejo”, cuyo argumento no habría disgustado al viejo maestro y que también ha tenido su traslación a la pantalla de cine, en uno de los últimos westerns de Hollywood con Gregory Peck en el papel del avejentado escritor. Al menos la película sirve para que muchos tengan alguna idea sobre uno de los mejores y más emblemáticos escritores que ha dado la literatura USA.


Ambrose G. Bierce (Ohio, 1842; Méjico, 1914) hijo de familia humilde y numerosa,
pero amante de la literatura. Cursó estudios y luchó en la guerra civil, participando en
sangrientas batallas y resultado herido varias veces. Recorrió, en 1866,
las Grandes Llanuras, desde Nebraska hasta San Francisco, con una expedición del ejército.
Practicó todos los géneros literarios y sobresalió en el periodismo, donde fue un
protegido de Hearst.

La otra gran aportación de la Guerra Civil a la Literatura, antes de que Faulkner escribiese sus obras maestras, es la de Stephen Crane, que a los veinticuatro años publicó “La roja insignia del valor”, en 1895, en la que retrata una iniciación al oficio de hombre a través de las vivencias de un adolescente alistado como voluntario en las tropas del Norte. Está considerada como la gran obra sobre el valor, junto a “Lord Jim”, de Joseph Conrad. La corta novela dio a Crane una larga fama de especialista en asuntos bélicos y le valió ser enviado como periodista a las guerras balcánicas. Más tarde, consiguió un ventajoso contrato para actuar como corresponsal en la guerra de Cuba de 1898, en la que se enfrentaban los españoles contra los insurgentes cubanos y sus aliados USA. Lo que la historia oficial no recoge es que Crane escribió las crónicas de la guerra cubana desde un lujoso burdel de Tampa, en Florida, con cuya dueña mantenía un magmático romance. Con esa madame se marchó a Europa, donde conocería a Conrad, con el que haría buenas migas. La mala suerte, en forma de tuberculosis, se cebó en él y murió en un lujoso sanatorio de Badenwiler, en Alemania, mantenido por la enorme fortuna de su compañera.

Un Oeste especial, el de su infancia en las riberas del Mississippi, es el que describió Samuel Langhorne Clemens, que pasó a la literatura con el seudónimo de Mark Twain, Marca Dos, que era un grito habitual entre los navegantes fluviales al medir la profundidad del lecho arenoso del río. A Twain, muchos le consideran como el padre de la moderna literatura USA y tocó el tema del western en algunas narraciones en torno a los problemas de la Guerra Civil y en “Las historias del condado de Calaveras”. Su gran aportación la forman “Tom Sawyer”, escrita en 1876, y “Las aventuras de Huckleberry Grimm”, de 1885, en las que el mundo rural y fluvial de la cuenca del Mississippi se recrean los escenarios del primitivo western granjero.


Mark Twain (Missouri, 1835; Connecticut, 1910) fue aprendiz de impresor y periodista;
piloto en el Mississippi hasta la guerra civil, también viajó por las Grandes Llanuras y las Rocosas.
Minero sin éxito en Nevada y California, volvió al periodismo y al relato corto, que le llevaría al triunfo.
Viajó a Hawaii y al Mediterráneo y Oriente Medio. Se casó en Nueva York con Olivia Langdon
que le puso en contacto con la intelectuales abolicionistas, socialistas, defensores de los derechos
de la mujer y de la igualdad social, y llegó a ser vice-presidente de la Liga Anti-Imperialista.
Muy interesado por la ciencia y la investigación, fue muy amigo de Nicolás Tesla. Ganó mucho
dinero escribiendo y perdió más con sus inversiones en inventos tecnológicos. Permaneció varios
años en Europa junto con su familia a finales del siglo XIX y dio la vuelta al mundo en una gira literaria,
pasando tres meses en la India.
Nació con la llegada del cometa Halley y se fue con la siguiente visita del Halley, tal y como deseaba.

El año de la muerte de Mark Twain, 1910, también señala la desaparición de William Sidney Porter, que firmó sus relatos con el seudónimo de OHenry. Es uno de los escritores de relatos cortos más saqueados por el cine USA y uno de sus personajes, “Cisco Kid”, un caballeroso pistolero californiano, se hará universal pasando al cine, a las películas de episodios, a lo seriales de televisión y a una colección de comics que dibujó el argentino Salinas, que está entre los clásicos de la ilustración.


William Sydney Porter, O. Henry, (Carolina del Norte, 1862; Nueva York, 1910), gran lector,
se licenció en farmacia y se trasladó a Texas por motivos de salud, donde conoció la vida ranchera y
comenzó a escribir en periódicos. Tuvo que huir a Honduras por asuntos bancarios y conoció allí
a famosos asaltantes de trenes USA. Acuñó la frase "República bananera". Regresó a USA,
enviudó y fue condenado a cinco años de prisión por malversación y comenzó a escribir con
el seudónimo de O. Henry. Instalado en Nueva York, en 1902, y escribió 381 relatos. Murió de cirrosis.
Dcha., primera entrega del comic Cisco Kid, basado en el relato de 1907 "The Caballero's Way".

El maestro de relatos de la época es Brett Hart, desde sus “Historias de California”, a “Los desterrados de Poker Flat”, sus escritos constituyen una lección permanente de observación, que acaba por convertirse en testimonio valedero para la reconstrucción de una realidad en una lectura actual.


Bret Harte (Nueva York, 1836; Inglaterra, 1902) ávido lector, abandonó la escuela
a los 13 años. A los 17 años, marchó a California y trabajó en varios oficios, incluido el de
periodista, publicando una detallada crónica de la masacre india de 1860, lo que le obligó a huir
a San Francisco por amenazas de muerte. Conoció de primera mano todos los tipos humanos
de la Fiebre del Oro y sus trabajos literarios aparecieron en publicaciones californianas. En 1878,
fue nombrado cónsul en Krefeld, Alemania, y, dos años más tarde, en Glasgow. Continuó
viviendo y escribiendo en Inglaterra hasta su muerte.

Los siguientes nombres de la lista del western son piezas pesadas de la Literatura USA que pasan a la universal, con John Steimbeck, un californiano que con “Las uvas de la ira” recreó la gran epopeya de los primitivos colonos, llevándola a una actualidad tan cercana y terrible como los años de la gran depresión que casi hundieron al país. Los vaqueros, colonos y rancheros son los desheredados agrícolas de los años veinte, en una traslación que permite comprender toda una época a través de otra. También Steimbeck tocó el western tradicional en muchos de sus relatos californianos y en su novela “El poney rojo”.


John Ernst Steinbeck (California, 1902; Nueva York, 1968) vivió en una pequeña aldea de tierras fertiles
y su madre, antigua maestra, le inculcó el amor a los libros y la escritura. Estudió en la Universidad de
Stanford y, ya casado, llevó una vida libre de pescador y agricultor autosuficiente en la costa californiana.
Conoció de primera mano a las víctimas de la Gran Depresión que llegaban a California en busca de
una nueva vida. Escribió 27 obras, muchas de las cuales fueron llevadas al cine, y recibió el premio Pulitzer
por Las uvas de la ira y el Premio Nobel en 1962. Escribió el guión de ¡Viva Zapata! y de otras películas.
Su novela más larga, Al Este del Edén, se publicó en 1952 y colaboró con Kazan en la película, en la que
debutó James Dean. Dcha., cartel de la película "Las uvas de la ira", película en b/n dirigida por John Ford
(Oscar 1940) y protagonizada por Henry Fonda, Jane Darwell (Oscar 1940) y John Carradine.

Y llegamos al gran maestro de la literatura USA, William Faulkner, que llevó a la cumbre más alta el estilo iniciado por Ambrose Pierce. Al final de la Primera Guerra Mundial, en la que la leyenda asegura que Faulkner combatió como piloto de caza, empezó a escribir relatos que tenían como espacio geográfico el Sur, durante la guerra de Secesión, en torno al mundo de la familia Cartorine, y como fondo, el western rural. Con “Los invictos”, llegó a trazar un cuadro del Sur que abarcaba y explicaba mejor toda la historia USA que los libros de los historiadores especializados en el conflicto. El mundo rural que recogió en sus historias lo situó en el ficticio condado de Xchmapatawpha (Yoknapatawpha), con seis mil doscientos noventa y ocho habitantes blancos y nueve mil trescientos trece negros. Su dominio del saber narrar y su lenguaje le valieron, al igual que a Steimbeck, la concesión del Premio Nobel de Literatura. Considerado un sudista conservador y convertido en mito nacional, Faulkner murió en 1962, poco después de haber visitado oficialmente West Point y rechazar una invitación de la Casa Blanca. Faulkner pone fin, por ahora, a la lista de los grandes nombres de la literatura USA que escribieron westerns, y difícilmente habrá escritores que puedan superar su maestía.


William Cuthbert Falkner, "Faulkner" (Mississippi, 1897-1962), de familia propietaria
de ferrocarriles, su madre y abuela le transmitieron la afición a la lectura. Buen estudiante al principio,
no llegó a terminar el bachiller, pero prestó mucha atención a todas las historias que se contaban
en su entorno familiar. Su inclinación literaria inicial fue hacia la poesía y la publicación de su
primera novela, "La paga de los soldados", no llegaría hasta 1925, cuando residía en Nueva
Orleans. Trabajó para Hollywood como guionista con Howard Hawks. Ganó el Premio Nobel
en 1949, dos veces el Pulitzer y otras dos el National Book de USA.

El otro western, el de la literatura popular, fue en realidad un invento de la poderosa prensa del Este. En 1839, el New York Herald tiraba treinta mil ejemplares diarios y prestaba gran atención a los asuntos del Oeste, con descripciones del mundo abierto y virgen de las praderas y territorios incultivados, que eran, para los nuevos inmigrantes, una invitación a ocuparlos. Uno de los mejores redactores de este periódico, Horace Greeley, lo abandonó para fundar, en 1841, el New York Tribune, y desde allí lanzaría el famoso slogan de: “Go west, young man and growns with the country” (Ve al oeste, joven y crece con el país). Este slogan se convirtió en la famosa llamada de alistamiento para una empresa civil. Cuatro años más tarde, aparecería, en el Morning News, de Nueva Orleans, la teoría del “Destino Manifiesto” del pueblo americano como escogido, y que enlazaba con la doctrina Monroe de “América para los americanos”. En la prensa, el tema del Oeste siempre fue tratado con tintes sensacionalistas y se convirtió en un mercado tan lucrativo que, en 1851, Henry Raymond creó el New York Times para sacar beneficio de la publicidad y el enorme interés que despertaban todos los asuntos relacionados con el Oeste. Ese interés del público fue en constante aumento, hasta el extremo de que en 1860 apareció el primer semanario de relatos de western, dirigido por Erasmus Beadle.

La Guerra de Secesión acaparó el interés periodístico y publicitario pero, una vez finalizada, el mítico Oeste volvió a ocupar las páginas de la prensa. Un avispado escritor, Edward Zane Carroll, que firmaba sus obras con el seudónimo de Ned Butline, inventó las novelas populares de diez centavos al empezar a escribir unas exageradas aventuras del explorador Buffalo Bill Cody y que, como ya se ha visto, le convirtieron, a partir de 1889, en héroe nacional. El éxito descomunal de los relatos de Ned Butline creó toda una escuela de imitadores que saturaron los puestos de venta de prensa con novelitas de pésima calidad, mal papel y bajísimo precio, pero que se convirtió en un negocio millonario. Cody acabaría siendo un rey del espectáculo y fundador y dueño de un circo mundialmente famoso, y Ned Butline fue una figura agasajada por el mundo editorial y los medios de comunicación de la época. Creó todos los mitos y falsedades que le dio la gana y su “dictadura” en el tema llegó hasta el extremo de que uno de los revólveres especiales de la casa Colt fue bautizado con su nombre, en un acto de homenaje que reconocía su “conocimiento” de las praderas, de sus hombres y sus armas. Las novelitas del Oeste se escribieron por millares y se vendieron por millones. En Butline comienza una larga cadena de títulos baratos que llega hasta nuestros días. Es un mercado que abarca la mayoría de las acciones y que, como literatura popular, tiene muy poco que ver con la literatura popular que escribieron autores como Víctor Hugo o Alejandro Dumas.

La reacción contra las novelas baratas del western, que dominaban el mercado, no se produjo hasta principios del siglo XX, cuando apareció la novela “El Virginiano, jinete de las praderas”, de Owen Wister. Con esa obra desaparece la absoluta hegemonía de los relatos de diez centavos y el western es aceptado ya, sin la ocultación anterior de su lectura, por una clase media que le otorga la categoría de literatura de calidad.

Wister era un estudiante de derecho, nacido en Filadelfia, al que recomendaron que se trasladase a Montana para curar sus bronquios enfermos. De allí pasó a Wyoming, donde fue testigo presencial de la guerra ganadera del condado de Johnson. Fruto de esa observación, no demasiado exacta, publicó en 1902 su novela “El Virginiano”, definida por su autor como una novela histórica sobre el imperio del ganado. Tuvo un éxito de público y ventas impresionante, pues se vendieron cientos de millares de ejemplares. Incluso se reimprime en la actualidad de vez en cuando. Los cow-boys que la leyeron señalan el pequeño defecto de que para ser una novela sobre el imperio del ganado, el ganado no aparece por ningún sitio, ni tampoco el trabajo del vaquero, y el protagonista pasa su tiempo en escenas de saloon, en hacer alarde de valor y en tratar de conquistar a su enamorada. Wister, como la mayoría de los escritores del western, no tenía mucha idea de los asuntos del ganado y soslayó la dificultad escondiendo el ganado en la fronda de sus páginas. Pero como el éxito lo santifica todo, “El Virginiano” se convirtió en el primer western de calidad y su fama aún resultó aumentada por la aportación del cine, que llevó varias veces la novela a la pantalla en versiones mudas y sonoras.


Owen Wister (Pennsylvania, 1860; Rhode Island, 1938), hijo de un médico, estudió en internados suizos y británicos,
y se graduó en la Universidad de Harvard, donde coincidió y se hizo amigo de Teddy Roosevelt. Con el pintor F. Remington
le unió una profunda amistad. Escribió novelas, ensayos, relatos, poesía, operas... Dcha., El Virginiano, película muda de 1914 dirigida por Cecil B. DeMille.

La aceptación del público a las obras de “calidad” abrió las puertas de la ocasión a Emerson Hough, un escritor mucho más capacitado que Wister. Hough publicó verdaderas novelas históricas, como “Camino a Oregón” o “Al norte del 36”.


Emerson Hough (Iowa, 1857; Illinois, 1923) estudió filosofía y leyes en la Universidad de Iowa. Emigró a Nuevo Méjico,
trabajando de abogado y periodista; fue amigo de Garrett. Defensor de la Naturaleza, hizo campaña en favor de la red
de parques nacionales, de la supervivencia de los búfalos y de la vida al aire libre. Muchos de sus libros fueron un éxito
de ventas y se llevaron al cine. Dcha., The Covered Wagon, película muda de 1923, dirigida por James Cruze.

Alternando los gustos del público y un pretendido realismo, bastante más sincero que sus predecesores, cabalgó Eugene Manlove Rhodes que, además de saber escribir bien, emigró al Oeste para conocer sobre el terreno la realidad de los que pretendía retratar. Según su propia definición, escribió “con el lazo y el Colt” catorce novelas y sesenta relatos, que le convirtieron en un maestro del género al inaugurar un nuevo estilo en que conjugaba el verismo con los tópicos exigidos por el público lector, como “El sheriff orgulloso”, que influiría en una apariencia hasta convertirse en una pose obligada.


Eugene Manlove Rhodes (Nebraska, 1869; California, 1934) a los 12 años emigró
a Nuevo Méjico junto con sus padres y "se enamoró" de esas tierras. Trabajó de vaquero,
cantero y en la construcción de carreteras. "El cronista de los cow-boys", como se le conocía,
publicó diez libros que solían aparecer primero por capítulos en los periódicos.

Exceptuando “El último de los mohicanos”, se habían escrito muy pocos western situados en la época anterior a la Guerra de la Independencia y ese vacío fue subsanado por John Filson, un maestro de escuela de Kentucky que en 1876 escribió una biografía del explorador y granjero Daniel Boone, inaugurando una nueva visión épica que enlazaba con las novelas baratas de Davy Croockett, incluida la autobiografía de este cazador que llegó al Senado y cuyos cuentos darían envidia a los de “Las Mil y Una Noches”, estableciendo la ampliación del escenario específico del western contemporáneo a los aspectos pretéritos que se podían considerar como prehistoria.


Izq., John Filson (Pennsylvania, 1747; suroeste de Ohio, 1788) cursó estudios y fue hecho prisionero durante la guerra contra los ingleses en 1776; maestro de escuela y agrimensor, fue el autor, en 1784, del libro Descubrimiento, colonización y actualidad del estado de Kentucke, que incluía un mapa y un apéndice con las aventuras de Daniel Boone. Murió en un enfrentamiento con indios shawnees y su cuerpo nunca se encontró. Dejó varios manuscritos con elrelato de sus exploraciones y viajes. Centro, Daniel Boone (Pennsylvania, 1734; Missouri, 1820) cazador y explorador, luchó contra franceses, ingleses y tribus indias; fue capturado y adoptado por los indios shawnees. Es uno de los héroes más populares de la mitológica vida épica de la frontera en USA. Dcha., David Crockett (Carolina del Norte, 1786; El Alamo, Texas, 1836) cazador, soldado y político, fue miembro del Congreso USA y coronel de milicias de Tennessee, murió en la defensa de El Alamo frente a las fuerzas mejicanas del general López de Santa Ana.

El éxito de la novelas sobre Daniel Boone puede haber influido en Zane Grey que publicó su primera novela “Betty Zane”, la heroína de Fort Henry, en 1903, iniciando una recuperación de su remoto pasado familiar, protagonizado por el coronel Zane y su clan, contemporáneos de Boone y la Guerra de la Independencia. La larga carrera literaria de Zane Grey le haría abarcar la mayor parte de la historia del oeste en sus novelas, aunque acabó especializándose en las novelas de las praderas como “La herencia del desierto” o “El valle del Arco Iris”, que le hicieron ser considerado un paisajista literario, ya que la descripción de la naturaleza primaba en sus obras sobre la acción. Su popularidad coincidió con los primeros westerns mudos y el cine entró a saco en sus obras y fue traducido a la mayoría de los idiomas occidentales. Por cierto que hasta en Alemania surgió un estilo propio de western que escribió Karl May y tenía como protagonistas al trampero Old Sutherland y al jefe indio Winnetou. Sus novelas consiguieron una aceptación enorme entre el público germano, al que también atraía el Oeste norteamericano.


Izq., Pearl Zane Grey (Ohio, 1872; California, 1939) Su obra más vendida fue Riders of the Purple Sage, de 1912. 112 películas
y varias series de tv están basadas en sus novelas. Estudió odontología en la Universidad de Pennsylvania. Cuando se
acercaba al final de sus días, dejó escrito para la posteridad, tal vez pensando en Monumente Valley, lo siguiente: "La llamada
civilización humana y sus obras perecerá en la Tierra, mientras que las arenas movedizas, las amenazadoras paredes rojas, los
arbustos púpuras de artemisa, los picachos monumentales y los vastos y melancólicos horizontes no mostrarán cambios perceptibles."
Dcha., Karl Friederich May (Sajonia, Alemania, 1842/1912) tuvo una juventud marcada por las pequeñas raterías, que le llevó a la cárcel y le
impidió seguir sus estudios de profesor. Pasa por ser el escritor en lengua alemana más leído.

De la época de Zane Grey es la obra de Johnston McCulley, que en 1919 publicó “El camino de Capistrano”, en la que nació el personaje de “El Zorro”, el enmascarado hidalgo californiano de doble personalidad. Este personaje se convertiría en uno de los más famosos del western y no solo fue utilizado en el cómic, la televisión y las novelas, sino también en el cine norteamericano, en el mejicano, en el español, en el italiano y hasta en el francés.

Uno de los escritores del estilo Zane Grey que pretendió retratar la naturaleza y el western “ecologista” fue James Oliver Curwood, que situó sus novelas en los espacios del Gran Norte del Canadá. Introdujo los territorios y paisajes de Alaska y a los hombres de la Real Policía Montada canadiense como protagonista de muchas de sus obras. Dentro de la escuela naturalista hay que citar a Jack London, que con “La llamada de la selva” escribió una obra maestra protagonizada por un perro lobo en las heladas planicies durante la fiebre del oro del Yukón.


Izq., Johnston McCulley (Illinois, 1883; California, 1958) autor de cientos de historietas y folletones, cincuenta novelas y numerosos guiones para cine y tv's.
Centro, James Oliver Curwood (Michigan, 1878/1927), estudió literatura y periodismo en la universidad, articulista y prolífico escritor,viajó mucho por
el Yukón y Alaska; cazador que se pasó al conservacionismo, 18 películas están inspiradas en sus novelas, entre ellas, la primera del famoso perro Rin-Tin-Tin, y
El Oso, del director francés Jean Jacques Arnaud; murió a consecuencia de las complicaciones derivadas de una picadura de araña durante un viaje a Florida;
en ese momento era el escritor mejor pagado por palabra del mundo.
Dcha., John Griffith Chaney, "Jack London" (California, 1876/1916) escritor de gran éxito, fue un apasionado defensor del socialismo y de los derechos
de los trabajadores; una juventud azarosa le impidió continuar sus estudios en la Universidad de Berkeley, marinero, boxeador amateur, aventurero, ranchero y escritor de éxito.

Como seguía habiendo espacio y mercado para todos, la novela popular continuaba produciendo series de novelas baratas, entre las que obtuvo gran éxito está la escrita por Clarence Mulford, protagonizada por el ranchero Hopalong Cassidy. A partir de “Bar 20”, se suceden los títulos de este escritor de Maine que no había pisado el Oeste ni de casualidad. Para hacer justicia a sus obras, cuando fueron llevadas al cine, la interpretación del protagonista recayó en el actor William Boyd, que ni siquiera sabía mantenerse sobre un caballo. A pesar de ello, la serie tendría un éxito enorme.

Los westerns baratos se sucedieron en el mercado y también se convirtieron en un negocio editorial las obras de William Colt McDonald, nombre adecuado para un escritor del Oeste que, con “La ley de los 45”, inauguró una lista de obras protagonizadas por tres tipos a los que llamó “Los tres mosqueteros del Oeste”, que también obtuvieron éxito en el cine y sin que protestara don Alejandro Dumas, por la sencilla razón de que a sus herederos, cuando lo denunciaron, no les hicieron ni caso.

Con el paso del tiempo, el western de “calidad” y el cine se confunden hasta el extremo de que uno no sabe bien si los novelistas escribían para la imprenta o para la pantalla. Se suceden los nombres de escritores de importancia que alternan los dos medios, como: Walt Coburn, Louis L’Amour, T. Ballard, Paul Wellman, Will Cook y un largo resto que sigue escribiendo en la actualidad. El western continúa siendo un género aceptado por público y crítica, de modo que westerns puros como “Trompetas lejanas”, de Paul Hogan, y “Andersonville”, de McKinlay Cantor, han obtenido el Premio Pulitzer, y “Valor de ley”, de Charles Portis, se convirtió en uno de los libros más vendidos de finales de los años sesenta, antes incluso de convertirse en una obra de arte del cine, dirigida por Hathaway e interpretada por John Wayne, por cuya interpretación conseguiría su único “Oscar”.

Un escritor significativo del western contemporáneo es Ernest Haycox, nacido con el siglo XX y muerto prematuramente en 1950. Haycox llegó a escribir treinta novelas largas y cerca de trescientos relatos sobre el mundo del western. En reconocimiento, recibió una medalla del Congreso de Estados Unidos. El amplio bagaje literario y el reconocimiento de toda la nación le convirtió en un mito creador de mitos. Citar sus obras se convertiría en un catálogo interminable, pero a título de ejemplos se pueden recordar: “Trompetas al atardecer”, “Sangre en la pradera”, “El desierto de plata” y, sobre todo, su relato titulado: “Diligencia a Lordsburgh”, que inspiró a John Ford la obra maestra del cine: “La Diligencia”.


Ernest James Haycox (Portland, Oregon,1899/1950); además de su carrera
literaria, al menos diez películas están basadas en sus obras, entre ellas,
Union Pacific, dirigida por Cecil B. DeMille, y La Diligencia, por John Ford,
ambas de 1939.

El invento del subgénero del western militar puede achacarse al escritor Charles King, un capitán de la Caballería USA retirado, que escribió sobre el Oeste entre 1882 y 1902. Antes de convertirse en escritor, King había tenido una larga experiencia sobre la violencia armada ya que empezó la Guerra de Secesión como correo a caballo de una división nordista siendo un adolescente. Terminada la contienda, entró en la Academia de West Point y, ya con el empleo de teniente, fue destinado al ejército del Suroeste, tomando parte en las campañas militares contra los Apaches. A consecuencia de una herida de guerra, fue declarado inútil para el servicio y se retiró como capitán en 1879. Animado por la buena acogida que tuvieron algunos de sus artículos aparecidos en la prensa del Este, King pasó a escribir libros, llegando a publicar treinta y ocho, veintinueve de los cuales fueron westerns protagonizados por militares y girando siempre en la escala cerrada de la vida castrense. A pesar de su éxito como novelista, la obra que mejor resistió el paso del tiempo fue la que recoge sus recuerdos de las guerras apaches, titulada “Una campaña con Crook”, un general que acabó siendo amigo del escritor y que aparece como personaje real en once de sus novelas.

Charles King basó todos sus relatos en sus recuerdos y en las anotaciones de sus camaradas, consiguiendo el apoyo incondicional de todo un público que tenía relaciones familiares en el ejército o hacía negocios con los militares, y, especialmente, con el personal del Departamento de Asuntos Indios del que, en realidad, fue un agente oficioso. Aunque está fuera de toda duda que era veraz en la descripción del ambiente en sus relatos, es una veracidad que no excluye bastantes rasgos negativos; así, las esposas de los oficiales eran de una incultura atroz a pesar de su pretendido clasismo, que solamente se revelaba en la exclusión del trato con las esposas de los suboficiales y soldados. Las guarniciones eran puestos aislados en los que la lectura escaseaba y era acaparada por los hombres con mayor mando. En las novelas de King, como en las tituladas “Bajo fuego” o “La hija del coronel”, los malos son siempre los soldados y nunca los oficiales, si bien no hace falta empeñarse en buscar racismo entre líneas, pues resulta de lo más evidente en todas las historias, en las que se refiere a “los salvajes indios”, “los grasientos mexicanos”, “los negros africanos” y “los mercantilistas judíos”. En total, no salva a nadie excepto a los oficiales del ejército USA, todos caballeros. No deja de llamar la atención su desprecio hacia los soldados negros que ya tenían entonces una tradición militar. Durante la Guerra de Secesión se enrolaron ciento setenta y nueve mil negros, de los que murieron en combate treinta y ocho mil; eso sí, los ascensos por méritos de guerra no superaron casi nunca el grado de sargento. En las guerras indias, dejando aparte el desastre de Custer, los regimientos que más bajas tuvieron en campaña fueron el 9º y el 10º de Caballería, que estaban formados por soldados negros. De esa tradición da cuenta el hecho de que, en la actualidad, los negros forman el treinta por ciento de las fuerzas armadas USA, cuando solamente componen el quince por ciento de la población.

En los relatos de King aparecen datos que rompen los estereotipos del western aceptado por el público. Así, resulta que todas las tropas estaban compuestas por barbudos, ya que dejarse crecer la barba era el mejor remedio para minorar las consecuencias de los ataques de las inclemencias del tiempo. El alcoholismo era un inconveniente tolerado socialmente y abundaban los borrachos, cosa fácil de comprender, pues un teniente de una guarnición perdida podía tener que esperar más de veinte años para que se produjera su ascenso a capitán. Aparte de los regimientos negros, los soldados de las tropas de guarnición en el Oeste eran de procedencia irlandesa, germana y centroeuropea. La deserción fue el principal problema a resolver y causó más dificultades al mando que todos los combates de las guerras con los indios. Para halagar a esos oficiales y mandos perdidos en la inmensidad del territorio, y también porque la medida no les costa ni un dólar, el Congreso aprobó un decreto en que se autorizaba que se designara a los oficiales por el grado más alto (y provisional) que habían alcanzado en la Guerra de Secesión. Así, en las guarniciones de Arizona era frecuente oír llamar coronel a un capitán de compañía, y mayor, a un sargento que estaba al frente de una sección de exploradores.


Charles King (Nueva York, 1844; Wisconsin, 1933) hijo de un general de la guerra civil USA,
nieto de un presidente de la Universidad de Columbia y bisnieto de uno de los firmantes
de la Constitución USA. Resultó gravemente herido en la cabeza y en el brazo derecho en el combate
de Sunset Pass (Arizona) contra los apaches. Conoció a Buffalo Bill Cody y le escribió algunos guiones
para sus primeras películas mudas. Sirvió cinco años en la Guardia Nacional de Wisconsin
y ascendió a general. Durante la guerra contra España, partió para Filipinas al frente de una columna
de voluntarios y arribó con la guerra finalizada, participando en las negociaciones de rendición y en la subsiguiente
campaña contra la guerrilla filipina. Fue profesor en la academia militar de St. John e instructor de tropas en la IGM.

El modo de vida de las guarniciones, las reuniones de las señoras, la escuela dominical, los bailes del regimiento y las partidas de caza eran entretenimientos que King, al describirlos, transformó en actos sociales con sus propias leyes de etiqueta y pasaron de la ficción a convertirse en un rígido corsé social. De esa sociedad se excluía a los disidentes y el liderazgo era ejercido por la esposa del mando superior y ostentaba la dictadura ayudada por sus damas de honor, que disfrutaban de un rango equivalente al grado de sus maridos. De todas estas reinas de las guarniciones, la palma de la exageración se la llevó Elisabeth Custer, la viuda del jefe del 7º de Caballería, que al escribir sus recuerdos, trazó un cuadro idílico de la vida militar en la que ella era querida y admirada, cuando, en la realidad y exceptuando a los pelotas del coronel, fue odiada por todos. El mundo de King, totalmente idealizado, tendría su mejor visualización en la película de John Ford, “Fort Apache”, en la que, a pesar de las simpatías por los militares, no se excluye la denuncia del clasismo de los oficiales.


"Fort Apache" (1948), dirigida por John Ford y
protagonizada por John Wayne, Henry Fonda y Shirley Temple.
Basada en el relato "Massacre", de J. W. Bellah. Ford recibió
el premio de Mejor Director en el Festival de cine de Locarno.

Dentro del sugénero que forma la Guerra Civil americana, no puede dejar de citarse el best-seller por excelencia: “Lo que el viento se llevó”, de Margaret Mitchell, una novelista de Atlanta que logró vender, antes de su temprana muerte, ocho millones de ejemplares de su obra. La novela, publicada en 1936, se ha convertido en un clásico por razones ajenas a sus cualidades literarias. Gracias a la versión cinematográfica, que resultó la película mítica por encima de todos las demás grandes superespectáculos, los personajes de Scarlett OHara y Rett Butler forman parte de la cultura de Occidente y son universalmente conocidos. Y citando a la reina del best-seller, hay que nombrar también a sus distinguidos escuderos. Después de ella, en el género específicamente USA del best-seller, ha destacado Frank G. Slaugther, un médico de Washington que abandonó la cirugía en 1946 y que a través de sus novelas de médicos ha tocado toda la historia del Suroeste. El otro nombre de los super-ventas es el de Frank Yerby, que ha colocado con enorme éxito sus novelas, principalmente las de blancos sudistas y esclavos negros. Lo que resulta difícil de creer es que Yerby fuera negro, pues al leer sus novelas, el lector juraría que están escritas por un aristocrático blanco de Virginia o Alabama.


Izq.- Margaret M. Mitchell (Atlanta, 1900-1949) periodista y escritora, hija de madre sufraguista,
recibió una educación esmerada e igualitaria en el mejor colegio para mujeres de USA.
Perdió a su novio, graduado en Harvard, en acción heroica en Verdún (IGM) y a su madre en la epidemia
de gripe del año siguiente. Retornó a Atlanta a ocupar el lugar de su madre. Su primer matrimonio,
con un alcohólico, duró unos meses. Volvió a casarse dos años después con el que fuera padrino de
su boda y amigo de su primer marido, el editor y periodista John R. Marsh. Trabajó cuatro años en el
Atlanta Journal. Animada por su marido, escribió Lo que el viento se llevó (Gone with de wind), libro
del año en 1936 y Pulitzer en 1937. Margaret Mitchell murió cinco días después de haber sido atropellada
cuando cruzaba una calle de Atlanta junto con su marido, el 11 de Agosto de 1949. El conductor fue
condenado por conducir bebido, exceso de velocidad y circular por la izquierda de la calle.
Centro.- La adaptación cinematográfica de lo que Lo que el viento se llevó se extrenó en 1939 y batió
récords al tener trece nominaciones y ganar ocho Oscar en 1940: mejor director, Victor Fleming; mejor
actriz, Vivien Leigh; mejor actriz secundaria, Hattie McDaniel (primera actriz de color que ganó un Oscar).
Dcha.- Victor Lonzo Fleming (California, 1889; Arizona, 1949), director y productor cinematográfico,
dirigió El Mago de Oz (1939) y Lo que el viento se llevó (1939). Es el único director que tiene
dos películas entre las diez mejores del American Film Institute.

Sorprende que en la Literatura USA no existan novelas indias y apenas haya libros de historia de los vencidos, a pesar de los años de reivindicación, después de la explosión de Woudned Knee. No hay escritos, salvo el del sioux Vine Deloria, autor del ensayo “Custer murió por nuestros pecados”, y resulta un libro comprometido y aburrido. Incluso los grandes nombres, como Nube Roja o Toro Sentado, siguen esperando por una biografía que no sea un alegato o una exculpación.

El western es un coto cerrado de los blancos, que escriben hasta los libros en defensa de los indios, como “Enterrad mi corazón en Woudned Knee". Otro blanco escribió la hagiográfica historia de las guerras indias. Dee Brown y Harrison Fawcett son dos escritores de distintas, y antagónicas, visiones de la conquista del Oeste, pero coinciden en ser de procedencia anglosajona, sin nada en común con las culturas nativas que tocan en sus escritos. Desde la poesía a la novela, pasando por la historia más o menos mitificadora, el western es siempre una interpretación blanca y, además de blanca, anglosajona, pues en USA no ha existido jamás una cultura mestiza. Lo máximo que se permite es una cierta tolerancia para con aquellos vencidos que han apostado por la integración con los valores de los vencedores.

Es una interpretación blanca, de igual modo, el western literario. La interpretación de un pasado primitivo ficticio, reinventado con tintes idílicos. Una recuperación de la historia cercana como formación de señas de identidad nacional y una valoración en la actualidad que justifica los posibles errores cometidos en el pasado, ya que el pasado no pudo ser de otra manera. Sencillamente, una ficción en la que la única verdad corresponde al paisaje, y hasta eso se ha perdido, ya que cuando las compañías de cine o televisión quieren rodar westerns tienen que recurrir al escenario canadiense, que aún guarda un reflejo parecido al que tuvo el de USA antes de que el industrialismo y la explotación masiva de los recursos naturales acabasen con su herencia “naturalista”. Hoy, en el western, hasta el paisaje es falso...

Capítulo siguiente.

Capítulo anterior.