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El Western.
Mito y Rito para un Pueblo sin Historia.

Por Juan Antonio de Blas.

TERCERA PARTE

Capítulo XVI

Los Ritos

 


El mito del western, aceptado por la sociedad norteamericana de principios de siglo XX, se transformó en rito al convertirse en la justificación de su pasado en forma idealizada y que, pese a su inmediatez, tornose lejano en el tiempo. El mundo del western, con sus valores de individualismo y las soluciones drásticas para cualquier situación, pasó al acervo cultural como algo auténtico gracias a la difusión, por la prensa y los historiadores oficiales, de una realidad histórica adaptada, en la que se ocultaron motivaciones y hasta resultados.

El ritual del western, ya como “religión nacional”, se impuso en el momento que USA gana la guerra hispano-americana de 1898 y se convierte en un imperio. Ese nacimiento como potencia mundial coincide con la publicación, y aceptación generalizada, de la novela “El Virginiano”, en la que Owen Wister dio una versión, con pretensiones de verismo, del mundo del Oeste que imponía los valores pretéritos en una sociedad rural. Ese realismo “social-agrario” encontró receptividad en la crítica y el lector selecto con lo que se complementó, a escala nacional, la aceptación del western como señas de propias de identidad. El naciente medio de expresión cinematográfica terminó de influir en la total aceptación del western, incluso en los medios geográficos que le eran totalmente ajenos, ya que la primera película del Oeste, "Asalto y robo al tren", recogía en la pantalla, casi con valor documental, lo que aún eran noticias de actualidad en las cabeceras de los periódicos.


Owen Wister (Filadelfia, 1860; Rhode Island, 1938). Estudió en Suiza e Inglaterra,
se graduó en Derecho en la Universidad de Harvard, donde conoció y trabó una amistad
duradera con Teddy Roosevelt. Visitó el territorio de Wyoming en 1885 y pasó varios
veranos en el oeste americano, fascinado, como su amigo, con la naturaleza y las costumbres de
la vida al aire libre. Conoció al afamado pintor Remington durante una estadía en Yellowstone y
mantuvo su amistad hasta su muerte. Se casó en 1898 con su prima, Mary Channing, con la que tuvo
seis hijos y que falleció al dar a luz en 1913. Wister decidió abandonar la profesión de abogado y
dedicarse a escribir novelas ambientadas en el FarWest, la más exitosa de las cuales fue El Virginiano,
que tuvo catorce reediciones en ocho meses. Es uno de los 50 best-sellers de ficción en USA y
sus personajes sirvieron de modelo para novelas y películas. Su obra literaria la conforman nueve novelas,
trece libros de no ficción, seis recopilaciones de historias, cincuenta y siete historias cortas,
quince ensayos, siete libros de poesía y seis óperas, entre otros trabajos.

La justificación ideológica del western como promotor del imperio se impondría con la doctrina, si es que se le puede llamar así, de Teddy Roosevelt, que alcanzó la cumbre de su carrera política después de la Guerra de Cuba, en 1898, en la que intervino junto a muchos mandos militares que habían sido nombres famosos en la conquista del Oeste y las guerras indias.

En el conflicto contra los españoles al lado de antiguos mandos de la Confederación, de nuevo reintegrados como generales en el ejército USA, participaron voluntarios de las tierras del western. Rancheros y cow-boys mostraron su patriótico entusiasmo enrolándose en la caballería para luchar contra los hispanos y “liberar” Cuba. El grupo de hombres del Oeste, minúscula parte del ejército USA, se convirtió en uno de los grandes protagonistas del conflicto bélico al ser ampliamente citados y ensalzados por los corresponsales de guerra de la cadena de periódicos del ciudadano Hearst.

Hearst era uno de los principales responsables de la guerra entre USA y España, pues su cadena de periódicos, rabiosamente sensacionalistas, empleó el patrioterismo desaforado para responsabilizar a los mandos españoles en Cuba de múltiples atrocidades que solamente existían en las calenturientas mentes de los periodistas. Se dio el caso de que el pintor Remington fue enviado, antes de tiempo, a Cuba para que con sus dibujos ilustrase las noticias del conflicto. El pintor, sin nada que hacer, envió a Hearst un telegrama: “Aquí no hay guerra. Vuelvo”. Y su jefe contestó con otro en el que afirmaba: “Usted proporcione los dibujos que yo proporcionaré la guerra”. Y la guerra que quería el público norteamericano preparado por la prensa explotó al igual que el crucero “Maine”, la causa oficial de que los USA declarasen la guerra a España.

La mayor parte de los voluntarios del Oeste fueron encuadrados en una unidad militar bautizada como los “Rough Riders”, algo así como “los jinetes salvajes”, al mando del teniente coronel, de la Guardia Nacional, Teddy Roosevelt que había sido ranchero y conocía los usos y jergas de los atípicos voluntarios de las tierras del western, que ya se consideraban a sí mismos como algo muy especial. Roosevelt y sus rudos jinetes encontraron su gran oportunidad de pasar a la Historia al efectuar la carga de la Colina de San Juan, batalla convertida en glorioso mito por la entusiasta exaltación de los corresponsales de guerra que, por cierto, no estaban por aquellos lugares. La carga de la Colina de San Juan resultó uno más de los múltiples engaños en la prensa, que cuando no hay historia inventa historias. No hubo tal carga, los soldados de Roosevelt avanzaron a pie y no llegaron a tomar la colina. Los españoles, muchos menos en número, hicieron una defensa tan feroz que los salvajes jinetes echaron en falta sus monturas para salir corriendo de aquel infierno. Sólo la oportuna llegada de los soldados negros del 9º de Caballería, cubriendo los flancos de la unidad y obligando a retirarse a los españoles, impidió que el tiroteo acabase en absoluto desastre para los rudos y salvajes jinetes de Roosevelt. Como es lógico, la prensa olvidó mencionar que los soldados negros eran los responsables de la retirada española y el avance de los “Rough Riders”, mal planeado y peor ejecutado, se transformó en gloriosa hazaña. Al igual que otros grandes gritos histérico-patrioteros como “Acordaos de El Alamo”, el de “Acordaos de Loma de San Juan” significó la gran oportunidad para que Roosevelt empezase a pisar fuerte por un camino que lo llevaría a ser el principal inquilino de la Casa Blanca.

La guerra de Cuba de 1898 entró en la mitología como una apéndice a la historia del western, con batallas en la jungla cubana y filipina que enlazaban con las campañas contra los indios Seminolas de la Florida y con cargas de caballería que evocaban las “gestas” de Custer o Forsyth. Otra vez la realidad nada tenía que caer con la mitificación ya que el conflicto hispano-americano fue una guerra que se decidió en el mar y las operaciones militares terrestres fueron muestras de ineficacia y combates no determinantes que al final se revelaron como inútiles. Las batallas navales de Cavite y Santiago ejemplificaron lo que una moderna y potente flota podía hacer con otra envejecida y el resultado de cientos de muertos entre los marinos españoles frente a un solo muerto USA es algo que no se olvida con facilidad a pesar del tiempo transcurrido. Esa guerra naval se readaptó a la versión popular que pedía una que tuviese que ver con la tradición USA de las guerras indias. Lo malo es que de la opinión popular pasó a la determinación política. La guerra de 1898 marca la institucionalización de una forma permanente de afrontar los problemas con las naciones al sur de Río Grande. Una forma que se caracteriza por la prepotencia, el matonismo y el uso indiscriminado de la violencia que se ha mantenido hasta la actualidad.

El western, forjado como canción de gesta, pasó a ser el mito nacional indiscutido y al tener un ritual propio también contó con sumos sacerdotes que fueron dictando las normas del ceremonial. Roosevelt fuel sumo iniciador de la aplicación política de los ritos del western y su trabajo tuvo la colaboración de Remington en la pintura, Mathew Brady en la fotografía, Zane Grey en la literatura y John Ford en el cine. Ellos convirtieron el western, que ya era una religión nacional, en un rito con proyección universal y a ellos se debe que en cualquier parte del mundo se conozcan muchas cosas del western en detrimento de la historia nacional propia. Quizá esa afinidad internacional con el western se deba a que la libertad y los espacios abiertos son algo que ayuda a soñar. Después, no importa que el soñar con las cosas que deberían ser no tenga nada que ver con la realidad de como fueron las cosas.

Volviendo al western como ritual, es determinante la influencia política del término “frontera”, que llegará hasta los tiempos de Kennedy, en 1960, en los que el espíritu pionero fue ensalzado de nuevo para que en la opinión pública se enlazase con la conquista del espacio interestelar frente a los rusos. La conquista del espacio se emprendió con todos los arquetipos propios del western tradicional, de nuevo alentados por la Casa Blanca.


Remington, el famoso pintor, tuvo que permacer en Cuba pese a que no había guerra y, además, fue reforzado
con la presencia de Richard Harding Davis, el más famoso corresponsal de guerra de los USA.


Portada del diario de Hearst del 17 de Febrero de 1898. Se ve que lo de las "fake news" viene de muy atrás.

El iniciador de la óptica westeriana de la política, interior y exterior, USA fue el presidente Theodore Roosevelt, que heredó el primer cargo después de que un anarquista hubiese asesinado al presidente McKinley, siendo Teddy Roosevelt su vicepresidente. En el momento de instalarse en la Casa Blanca, Theodore Roosevelt tenía 43 años y fue el presidente, hasta entonces, más joven de la historia USA. Provenía de una acaudalada familia de origen holandés y este hombre, que procede totalmente de una cultura del Este, se transformará en el hombre del Oeste por excelencia. Su marca registrada de hombre del western provenía de los dos años que había pasado en ranchos norteños embarcado en negocios de ganadería, dos años de juventud que terminaron con la ruina económica producida por los grandes inviernos de la época, que hundieron a muchos pequeños rancheros, entre ellos, al pintor Russell, y que devolvieron a Roosevelt a los espacios civilizados de la costa Este. Empezó entonces una carrera política en Nueva York, después de que la guerra de Cuba y las “hazañas” de los “Rough Riders” le hubieran catapultado a la fama. Cuando se convirtió en el jefe de la unidad de los “Rough Riders”, ya era comisionado de policía en Nueva York y de ese cargo pasó al de gobernador del estado. Como se convirtió en un incordio para las autoridades del partido, le acabaron aupando al cargo de vicepresidente, que es el puesto más inocuo de la política USA, salvo imprevistos. El imprevisto fueron las balas que acabaron con McKinley y colocaron a Teddy Roosevelt en la presidencia de la nación. Una oportunidad que no dejó escapar, ya que en 1905 fue elegido presidente para un segundo mandato.

Como secretario de Marina, Roosevelt ya había apostado por la expansión de los Estados Unidos con la instalación de bases navales en las que pudiera repostar la Armada, pero fueron sus ocho años de mandato presidencial los que convirtieron al país en una potencia mundial, escuchada con respeto en los foros internacionales que, hasta entonces, habían sido coto exclusivo de los británicos. Roosevelt afirmó reiteradamente que lo mejor en la vida era hablar con suavidad y llevar un buen bastón: “Con eso se llega lejos”, decía. Intentó definir su política como “squire Deal”, algo así como “trato ecuánime”, pero tanto había repetido lo del bastón que su doctrina fue conocida como “El gran garrote”, garrote que, en forma de expediciones militares, empleó con gran frecuencia. De la costumbre de bautizar con eufemismos lo que era una actitud sórdida, da cuenta el hecho de la denominación de las siguientes doctrinas políticas USA: “New Deal” (“Trato Nuevo”), de Franklin D. Roosevelt; “Fair Deal” (“Trato Justo”), de Harry Truman, para culminar con la “New Frontier” del mitificado presidente John F. Kennedy, que pasó a la historia como liberal y fue el responsable de Bahía Cochinos, en Cuba, y de la guerra de Vietnam. A veces parece que no es difícil engañar a la Historia.

Cuando los USA se convierten en imperio, en 1898, ya tenían resuelto el problema interior causado por indios y emigrantes radicales. El conflicto indio no era ni un recuerdo salvo en las hojas de servicio de los mandos militares y en las cuentas bancarias de algunas grandes fortunas que se habían convertido en familiares y patricias. La rapidez en la resolución del caso indio puede deducirse por la muestra californiana, en donde, hacia 1840, vivían unos cien mil indios y, veinte años después, solamente quedaban treinta mil.

A la subversión de socialistas, sindicalistas y anarquistas del último tercio del siglo XIX, se opuso una represión de hierro que no dudó en vulnerar todos los principios legales que venían recogidos en la sacrosanta Constitución. Un ejemplo de ello es el caso de la sociedad secreta “Molly McGuires”, compuesta por mineros irlandeses emigrados a las minas de carbón de Pensylvania y cuya actitud de violenta reivindicación les convirtió en chivos expiatorios para que de su duro final aprendieran los demás trabajadores emigrantes. Un agente de la policía privada de Pinkerton, también irlandés, se infiltró en la sociedad secreta sindicalista y la desmanteló con sus informes. Diez de los responsables de los “Molly McGuires” fueron ahorcados, a pesar de que en el transcurso de la lucha, la policía había asesinado más obreros que los mineros capataces y empresarios. Cada ciudadano USA tenía que tener bien presente el lugar que ocupaba en la sociedad, una sociedad que heredaba y aumentaba el conservadurismo victoriano, al que pronto sustituiría como hegemónico en el mundo.


Esta película, basada en una novela de Arthur H. Lewis y dirigida por Martin Ritt, se estrenó
en USA en 1970 con una duración de 124 minutos. Tuvo un presupuesto de once millones de
dólares y se rodó en la ciudad minera de Eckley, Pennsylvania, que se conservaba igual que en 1870.

Pacificado el interior del territorio nacional USA, surgieron los apologistas de la pasada Historia que coinciden en el tiempo con el mandato presidencial de Teddy Roosevelt. No es extraño que sea también el tiempo en que empieza a ser conocido el novelista Zane Grey, un dentista de Nueva York que dio “calidad” literaria al western popular, y que los cuadros de Frederick Remington se convirtiesen en moda nacional alentada y ensalzada por el mismo presidente Roosevelt, que manifestó su rendida admiración por toda la obra del pintor. No hay que olvidar que en toda la América que presume de institucional, las modas y la realidad son presidencialistas.

Teddy Roosevelt, como autodefinido hombre del Oeste, creyó, o le convino creer, en los valores del western como código de actuación y puesto que no quedaban indios en sus terrenos, se dedicó a buscarlos en las naciones al sur de Río Grande, reinaugurando el intervencionismo USA en los asuntos propios de la América hispana. Su primera y magistral intervención fue la de inventarse Panamá como nación y construir allí un canal interoceánico que uniese las aguas del Atlántico con las del Pacífico, facilitando la expansión USA en los dos grandes océanos.


Theodore Roosevelt (Nueva York, 1858; 1919) durante la campaña de Cuba. Estudió en Harvard, se casó dos veces
y tuvo seis hijos. Miembro del partido Republicano, fue gobernador del Nueva York, vice secretario de la Navy y
vice presidente y presidente de los USA. Fue galardonado con el Nobel de la Paz en 1906 y con la Medalla del Honor
a título póstumo en 2001. Sufrió un atentado en Milwaukee durante la campaña electoral en 1912. La bala fue frenada
por la funda metalíca de las gafas y por las 50 páginas del discurso y no llegó a alcanzar el pulmón y los médicos
consideraron que era menos peligroso dejarla que extraerla. Teddy Roosevelt al comenzar su discurso, con la camisa
manchada de sangre, dijo al auditorio que le habían disparado pero que se necesitaba más de una bala para matar a un alce.

El istmo de Panamá era una región de Colombia en la que ya había intentado construir un canal interoceánico un compañía francesa y que había terminado en un costoso fracaso. El gobierno colombiano no aceptó el precio que los USA querían imponer para la construcción del canal y las conversaciones se rompieron. Entonces, Washington recurrió al servicio secreto, que entró en contacto con el aventurero Bunneau, un francés con intereses en la zona de Panamá. De los contactos entre el aventurero y los servicios secretos nació el plan para convertir la provincia colombiana de Panamá en una nación independiente y, así, gracias a los intereses USA, fue como nació una nueva república. El tres de noviembre de 1903, el secretario de Estado telegrafió al cónsul USA en Panamá el siguiente mensaje: “Se informa de un levantamiento en el istmo. Mantenga rápido y bien informado al Departamento”. La respuesta histórica del cónsul es definitoria del estilo USA de relación con lo que les interesaba: “Aún no hay levantamiento. De él informaré a la noche”. Unas horas después, se cursó el telegrama definitivo: “Levantamiento ocurrido esta noche. Se organizará un gobierno provisional”.

El único cañonero de la Armada colombiana, que estaba en puerto, emprendió la huida ante la presencia de tropas USA y, antes de desaparecer en el horizonte, largó una salva de cañonazos que mató a un chino que dormía en la ciudad de Panamá. Soldados USA desembarcaron para proteger a sus conciudadanos y, con su ayuda, el cuerpo local de bomberos se convirtió en el nuevo ejército panameño. El cónsul USA creó un gobierno provisional con sus simpatizantes y, en la mañana del día cuatro, se leyó en la Plaza Mayor la Declaración de Independencia. Se firmó un tratado, el Bunneau-Varilla, por el que se cedía a perpetuidad la zona del canal a USA, que se encargaría de construirlo. Roosevelt, por encima de las leyes internacionales, se salió con la suya y, además del canal, construyó una nación.


Philippe Jean Bunau-Varilla (París, 1859; 1940). Estudió en la Escuela
Politécnica, trabajó en Argelia y Túnez, y se enroló con Lesseps en la
construcción del canal de Panamá como ingeniero jefe de organización
y alimentación, y desarrolló nuevos métodos de ingeniería. Orquestó la
separación de Panamá de Colombia y la negociación con USA del
tratado del Canal. De vuelta a Europa, dirigió la construcción del
ferrocarril Madrid-Cáceres, obras en Africa y la primera red de metro
de París. Participó como oficial en la IGM y perdió una pierna en
Verdún. Llevó una vida lujosa en París y su hermano, y socio, Maurice
fue presidente y director del diario Matin, que llegó a tirar un millón de
ejemplares en 1913.

Las obras del canal comenzaron de inmediato y se abrió al tráfico comercial en 1914, después de una obra faraónica que exigió un desembolso cuantioso. A partir de ese momento, Teddy Roosevelt, el cowboy arrogante, como cualquier ranchero del mito western, se metió en todos los líos internacionales que pudo, llegando a intervenir hasta en Marruecos. En marzo de 1909 entregó las riendas del gobierno a su sucesor, Taft, y se largó a un prolongado safari en Africa. Sus partidarios incondicionales respiraron aliviados, pero su estilo de matón y pistolero western prevalecería entre sus sucesores en Washington para tratar con los indios del sur.

Una de las más sonadas intervenciones USA fue la que tuvo lugar durante la Revolución mexicana. El embajador norteamericano en la capital, Henry Lane Wilson, fue el instigador de un golpe militar contra el presidente Madero, que resultó asesinado. El verdugo de Madero, el general Huerta, convertido en presidente, resultó un “desagradecido” y empezó a escuchar las promesas alemanas, que se tradujeron en envíos de armamento e inversiones económicas, lo que causó las iras del gobierno de Washington. En el lío consiguiente, una flota USA bombardeó el puerto de Veracruz, los marines desembarcaron y ocuparon la ciudad. Entre los soldados norteamericanos que desembarcaron para cortar el suministro de armas alemanas a Huerta estaba un joven oficial llamado Douglas Mac Arthur, que se había forjado acompañando a su padre en los fuertes del Oeste.



El 21 de Abril de 1914, los modernos acorazados USS Florida y su gemelo,
el USS Utah (en la foto), se encontraban frente a Veracruz al mando del contraalmirante Fletcher.
Estos acorazados (dreadnought) habían entrado en servicio a finales de 1911, medían 159 mts. de eslora
y 27 mts. de manga, con un desplazamiento a máxima carga de 23.000 tns., una velocidad máxima
de 20 nudos y una tripulación de mil hombres. Su armamento principal consistía en 12 cañones
de 30,5 cms. y 16 de 12,7 cms., tubos lanzatorpedos y una coraza que alcanzaba los 30 cms. de espesor
en las torres artilleras.

Durante la Revolución mexicana, el mito del western se volvió parodia, o justicia poética, en la figura de Pancho Villa, una bandido robavacas reconvertido en general revolucionario y que en sus comienzos tuvo la ayuda de los representantes USA. Cuando las cosas le fueron mal a Villa, después de incluso haber conquistado la capital mexicana, el gobierno de Washington abandonó al impulsivo general y buscó otro candidato con más futuro, que resultó ser Carranza, el cual, además, no era general. El apoyo a su rival y que, encima, comerciantes gringos le estafaran, hizo que Villa montase en cólera y empezase por mandar fusilar a dieciséis ciudadanos norteamericanos que trabajaban en minas mejicanas. No contento con esto, lanzó un ataque de caballería contra la ciudad fronteriza de Columbus, en Nuevo México, que causó una veintena de muertos más.

El asalto de Villa a Columbus fue el primer ataque a territorio nacional USA desde los lejanos tiempos de la guerra contra Inglaterra en 1812 y se convirtió en una ofensa que degeneró en histeria. El presidente Wilson decidió enviar una columna a México a capturar a Pancho Villa. Hizo igual que sus antecesores, que tampoco habían respetado las fronteras mejicanas cuando se trataba de perseguir a los guerreros apaches. Un contingente de seis mil soldados USA, con armas modernas, incluidos aviones para la observación aérea, al mando del general Black Jack Pershing, llamado “Black” por haber mandado unidades de soldados negros, se adentró en suelo mejicano para capturar al general revolucionario que volvía a recuperar, oficialmente, su estatus de bandido, incluso para el propio Pershing, que había sido su amigo y le había llegado a comparar con Napoleón.



El general Pancho Villa y el general Pershing durante la visita de Villa,
acompañado del general Obregón, a El Paso (USA) en Agosto de 1914,
año y medio antes del ataque a Columbus. Detrás del general Pershing,
el joven teniente George Patton.

La columna no fue capaz de localizar a Villa pero sí se encontró con la resistencia popular, en el natural hartazgo de la prepotencia de los gringos. Esto se tradujo en una serie de enfrentamientos armados en Carrizal, donde las tropas USA sufrieron bajas y los célebres exploradores apaches del mito western corrieron como conejos ante al resistencia popular mejicana que encabezó una mejicana de origen germano. En febrero de 1917, la columna Pershing regresó a los Estados Unidos. La expedición, que resulto un fiasco total, sirvió como campo de maniobras real para un ejército que poco después se embarcaría en la última fase de la Primera Guerra Mundial. No es extraño, por tanto, que el comandante supremo de las fuerzas USA en Europa fuese el general Pershing, al que el fracaso de la aventura mejicana debería haberle costado la carrera militar o, al menos, el acceso a puestos de primera importancia.

Ante el hecho de la Revolución rusa, la actitud de Estados Unidos fue la de mantener la desconfianza, actitud que les llevaría a afirmar que USA no tenía amigos, sino intereses, lo que se tradujo en una expedición militar enviada a los frente siberianos para luchar contra el Ejército Rojo, y con la acentuación de las medidas represivas en el interior de los Estados Unidos para prevenir la infección bolchevique. La histeria, manejada por el gobierno de Washington, volvió a ser presentada como “interés nacional”, cuando solamente era la defensa de un sistema económico. El presidente Wilson dijo al fiscal general Palmer: “no deje que este país lo vea todo rojo”, y el fiscal general pasó al ataque. En una sola noche de enero de 1920, se llevó a cabo una ofensiva general contra obreros y sindicatos en treinta y tres ciudades distintas. Se saldó con la detención de cuatro mil supuestos comunistas para los que se pidió su deportación. A pesar de la ilegalidad de las acusaciones y los arrestos, Palmer salió convertido en un héroe nacional sin que pareciera importar mucho el hecho de hubiera vulnerado la constitución. El estilo adoptado en su día contra el peligro indio, esgrimido por el gobierno, se mostraba como valedero para el peligro rojo y se extendería también contra los negros, cuando en julio de 1919, soldados negros que habían luchado en Europa exigieron sus derechos y estallaron motines que costaron cientos de muertos, toda vez que la solución que se les dio fue la utilización del ejército. Como es fácil suponer, la actuación de miles de soldados que practicaron la represión más despiadada, fue presentada como una simple colaboración con la policía para el mantenimiento del orden público.



Izq.: Thomas Woodrow Wilson (Virginia, 1856; Washington, DC, 1924). Estudió Derecho y Filosofía en las universidades de
Princenton y Johns Hopkins. Se casó dos veces y tuvo tres hijas de su primer matrimonio. Miembro del partido Demócrata,
presidente USA de 1913 a 1921, fue el primer presidente "sudista". Partidario del derecho de las voto de las mujeres, que
se logró en 1920; también entró en vigor, pese a oponer el veto presidencial, la llamada "Ley seca" que prohibía la fabricación y
comercio de bebidas alcohólicas; persiguió a todos los izquierdistas y oposicionista a la participación de USA en la IGM;
fue intervencionista en Latinoamérica: "voy a enseñar a las repúblicas sudamericanas a elegir hombres buenos", para lo que no dudó
en enviar tropas, igual que a Rusia para apoyar a las fuerzas contrarrevolucionarias; promovió la creación de la Liga de Naciones y
la firma del Tratado de Versalles, y recibió el premio Nobel de la Paz en 1919.
Dcha.: Alexander Mitchell Palmer (Pennsylvania, 1872; Washington, DC, 1936). Estudió derecho e hizo prácticas con el congresista
demócrata, fiscal y juez Storm. Se casó otra vez después de enviudar y fue elegido congresista en las filas demócratas en tres ocasiones.
Wilson le ofreció la Secretaría de Guerra, pero declinó aceptar por fidelidad a sus orígenes cuaqueros y pacifistas. Apoyó el derecho
al voto de las mujeres y fue propuesto como fiscal general por el presidente Wilson en Febrero de 1919. Permaneció en el cargo
dos años. Dirigió las redadas contra anarquistas e izquierdistas durante lo que en USA se conoce como el Susto Rojo en los años
posteriores a la IGM, cuando se sucedían las huelgas, las manifestaciones y los atentados con bomba. Puso en marcha, en alianza
con Hoover, las conocidas como "redadas Palmer" y sufrió un atentado con bomba en su casa.

Lo peor de la crisis de posguerra, en la que hubo movimientos sociales y muy poca cohesión, fue que los obreros adquirieron los valores de la clase media y cuando llegaron los duros tiempos de la Gran Depresión, en ningún momento se sintieron tentados por la necesidad de iniciar una revolución contra la injusticia. Una sociedad que decía encontrar sus señas de identidad en la mística de la libertad y los espacios abiertos, que era lo que propugnaban los valores mitificados del western como ética nacional, se dejaba seducir por el conformismo y adquiría el valor reverencial del dinero como único objetivo vital. La dicotomía entre lo que se propugnaba y lo que se practicaba empezó a llevar al ciudadano medio USA a la inconsistencia y a tomar los mitos como Historia de la nación. Con ello, lo que se consiguió principalmente fue la renuncia a la investigación de su propia cultura heterogénea, producto de la acumulación de las culturas nativas con las sucesivas, y diferentes, olas de emigración europea y asiática.

Toda la estructura social y económica USA pareció estar a punto de hundirse durante la Gran Depresión, y aunque los historiadores marxistas niegan la existencia de los hombres marcados para un destino especial, en la sociedad estadounidense las cosas hubiesen tomado otro cariz sin la figura de Franklin Delano Roosevelt, que fue presidente durante doce años y treinta y nueve días, y al que sólo la muerte consiguió sacar de la Casa Blanca.

Franklin no tenía nada que ver con su primo Teddy, que había sido un hombre del Oeste, salvo en la afición por los caminos políticos populistas y la posesión de una inmensa fortuna personal que le alejaba de las tentaciones de la corrupción. Fue el que enderezó unos USA en quiebra, al borde de la revolución, contra la que hubo que emplear con frecuencia al ejército, algunas veces con muertos, para mantener el orden público frente a las movilizaciones obreras que exigían trabajo y asistencia social.

Lo que Franklin sí había aprendido del otro presidente Roosevelt fue el culto que sus conciudadanos practicaban con los héroes individualistas que se enfrentaban, en solitario, contra las más duras dificultades sin arredrarse ante el peligro. Franklin D. Roosevelt decidió convertirse en un héroe solitario y entroncó con el ritual del western al utilizar las normas del género en las emisiones radiofónicas que llamó: “Charlas junto al fuego” y que se convirtieron en el vínculo directo entre el pueblo y su presidente. Un presidente que aleccionaba y un pueblo que empezaba a confiar en que el cambio era posible y que en esa ocasión no sería para empeorar. El domingo 12 de marzo de 1933, Roosevelt dio su primera charla junto al fuego, lo que evocaba, al mismo tiempo, la relación familiar junto a la chimenea del hogar y los fuegos de campamento de los antiguos pioneros. Habló sobre los problemas bancarios en un lenguaje tan sencillo que lo entendieron hasta los banqueros. Cien días después de esa primera charla, la guerra de Roosevelt a favor del cambio social estaba ganada y el país salió del marasmo para tomar un liderazgo económico que le llevaría a ser el imperio hegemónico después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Hay que señalar que, coincidentes con las charlas radiofónicas del presidente Roosevelt, se emitían los capítulos del serial titulado “Lone Ranger”, aquí mal traducido como “El Llanero Solitario”, cuando, en realidad, se refiere a un policía de campo que mejor hubiera sido llamado “El Rural Solitario”. El héroe enmascarado de la radio, con sus balas de plata, su amigo indio Tonto, que así se llamaba, y su blanco caballo “Silver” entraron a saco en los hogares USA cabalgando sobre las ondas e imponiendo la justicia. Venía a complementar el mensaje presidencial de que las malas y peligrosas situaciones podían resolverse si había un hombre valiente y bueno dispuesto a sacrificarse por los demás y no pedir nada para sí mismo. La aceptación del público fue tan total que “Lone Ranger” siguió cabalgando mucho tiempo después de que el presidente Roosevelt hubiera muerto. “Lone Ranger” tuvo una serie de películas B, dibujos animados y una larga colección de comics en la que intervinieron los mejores dibujantes de la época. Una de las últimas superproducciones de Hollywood sobre el western fue, precisamente, “La leyenda del Llanero Solitario”, en una época en la que el género parecía muerto, pero, a pesar de ello, la película funcionó con beneficios.

El “os insto, me insto, a un nuevo trato para el pueblo americano” de la famosa declaración de Roosevelt, se convirtió en definición para su política: el “New Deal”, “nuevo trato”, y constituyó un sorprendente factor de estabilidad, pues al mejorar los medios de adquisición alejó las posibilidades de la “subversión”.

La política exterior del segundo Roosevelt, al contrario que la de su primo y antecesor, fue de estricta neutralidad mientras iba creando las condiciones para convertirse en imperio hegemónico. Salió de ese aislamiento para ayudar descaradamente a los ingleses que, en los comienzos de la IIGM, parecían abocados a la derrota. Por la “Madre Patria” Inglaterra, los USA rompieron una neutralidad que, sin embargo, habían mantenido rígidamente durante la guerra civil española, en la que se denegó un auxilio en armas, ya pagadas, a la España republicana. Esa tradicional ayuda USA a sus parientes británicos es una constante que se remonta a los principios de su historia, pasados ya los resquemores de la guerra de 1812, y que llega hasta la guerra de las Malvinas. En España aún se ignora que durante la guerra contra los USA en 1898, los ingleses llegaron a prestar apoyo a sus aliados en las Filipinas, frente a unas fuerzas españolas poco menos que inexistentes. Incluso una flota alemana anclada frente a Manila intentó arrimar un poco el hombro a los abatidos españoles, pero se encontró con la flota inglesa que se interpuso entre germanos y americanos. La pena es que no se hubiesen vendido las islas Filipinas al Kaiser, tal como querían los germanos, y la guerra de 1898 hubiese tenido otro desenlace menos oneroso para España.


Izq: Franklin Delano Roosevelt (Nueva York, 1882; Georgia, 1945). Estudió Derecho en las universidades
de Harvard y Columbia y se casó con una pariente lejana, Eleanor Roosevelt, sobrina del presidente
Teddy Roosevelt, cuando el tenía 22 años y ella, 19; y tuvieron seis hijos. En 1911, obtuvo una plaza en el
Senado de Nueva York; Wilson le nombró Secretario asistente de Marina. Fue elegido gobernador de
Nueva York en 1929 y presidente de los USA 1932; 1936; 1940 y 1944. Le tocó lidiar con la Gran Depresión y
la IIGM. Está considerado como uno de los tres presidentes más importantes de USA.
Dcha.: El ranger de Texas enmascarado que perseguía a los foragidos del viejo Oeste americano junto con su
amigo indio Tonto apareció por primera vez en 1933, en un programa radiofónico, en Detroit. Tal fue su éxito, que dio
lugar a series de libros, de tv., de comics y varias películas. El nombre del indio: "Tonto", significa en su lengua: "Salvaje"
("Wild One"). En los países de habla hispana se cambió a "Toro" o "Ponto". El caballo blanco "Silver", la
leyenda dice que Lone Ranger lo salvó del ataque de un bisonte enloquecido. Tonto cabalgó varios caballos a
los que llamaba "Scout", entre ellos, uno pinto regalo del jefe indio Nube Tormentosa. En la imagen, de la serie de tv. de
la ABC, premiada con un Emmy en 1950: el actor norteamericano Clayton Moore y el actor y atleta Mohaw canadiense,
Jay Silverheels con los famosos "Silver" y "Scout".

En toda la historia de USA, las ayudas desinteresadas resultan después un negocio estupendo y la de la Segunda Guerra Mundial se saldó con beneficios, pues los USA sustituyeron a los británicos que se vieron obligados a descolonizar a toda prisa. Y allí donde se marchaban los ingleses y los franceses, aparecían los agentes USA, casi siempre como un elefante en una cacharrería.

Después de la muerte de Roosevelt y el interregno de Truman, la gestión de la expansión USA fue regentada por el general Eisenhower, un militar que llegó a la Casa Blanca con la promesa de poner fin a la guerra de Corea, la primera que los Estados Unidos no consiguieron ganar y tuvieron que dejar en tablas. Poco antes, en 1948, había nacido la CIA, el servicio de espionaje, que entró a saco en todos los confines de la Tierra para defender los intereses estadounidenses. La CIA fue la culminación del estilo western, con un matonismo que la llevó a derribar presidentes, provocar guerras y causar desastres que aún hoy no tienen una explicación coherente. Los primeros agentes de la CIA, después de sus rotundos éxitos en Guatemala e Irán, pusieron de moda una frase chulesca que convirtieron en evidencia: ¡Eh, que podemos cambiar el mundo!

Algunos novelistas, casi siempre más perceptivos que los historiadores, los retrataron con fidelidad, y ahí está la descripción de Graham Green en “El americano impasible”, que los analizó como cowboys ignorantes y fanáticos que habían tomado el resto del mundo como escenario para sus cabalgadas.

Con Kennedy en la Casa Blanca, el ritual del western volvió a campear por sus fueros, ya que el joven presidente, de 43 años, encarnaba al héroe de guerra, lo había sido en el frente del Pacífico, que regresa al hogar para hacer que triunfe la justicia. Kennedy fue un héroe del western que se metió en el desastre de Bahía Cochinos precisamente para no tener que admitir la acusación de que rehuía la pelea. Si bien es cierto que la operación de los exiliados cubanos contra Castro fue planeada por la administración Eisenhower, no es menos verdad que Kennedy pudo haberla anulado y no lo hizo.

Con posterioridad, Kennedy y Krutschef llevaron al mundo al borde de la guerra nuclear por un enfrentamiento que también tenía mucho de la clásica situación del western de “no rajarse”. Por suerte, la crisis de los misiles de octubre de 1962 se resolvió con sensatez y no se llegó al desastre. Los rusos retiraron sus cohetes de Cuba y los USA aclamaron a su presidente, que había obligado a los “malos” a retirarse del rancho. Lo que se silenció fue que a cambio de los cohetes desmantelados en Cuba, los USA tuvieron que evacuar los suyos instalados en Turquía.

Kennedy amplió la intervención norteamericana en Vietnam después de la derrota de los franceses. El aumento de los consejeros militares y operaciones especiales, sobre todo las del coronel Londsdale, el cowboy por excelencia del sudeste asiático, implicaron a los USA en una posición que acabó por provocar el envío de tropas expedicionarias estadounidenses, aunque no había ningún conflicto aprobado por el Congreso.

Vietnam sería la guerra más sucia de los USA y la primera que perderían en su Historia. La influencia del western en su desarrollo ha quedado plasmada en las fotografías que recogen los colts en fundas abiertas, al estilo de los pistoleros del cine, los sombreros Stetson de alas anchas en sustitución de los cascos y gorras militares, tanto entre los soldados USA como entre los sudvietnamitas, y hasta el ondear de banderas de la Confederación sobre blocaos y cuarteles USA.

La muerte de Kennedy, asesinado a traición como exigían los cánones del western para la muerte del héroe solitario, terminó de completar la mitificación del presidente, y aún hoy se eluden sus múltiples errores, ya que para el pueblo es intocable.

Donde más se notó la identificación de Kennedy, que era de Boston, con el mundo del western fue en la acuñación del término “New Frontier”, “Nueva Frontera”, para referirse a su política, enlazando la gesta pionera con la conquista del espacio exterior. Una conquista que parecía que iba a resultar un triunfo soviético, pues la URSS había puesto un satélite y un astronauta en el espacio antes que los USA. Kennedy apostó fuerte por el “Proyecto Apollo” e hizo que el Congreso votase billones de dólares para la conquista espacial. Ganaría esa batalla después de muerto, cuando un astronauta USA pisó la Luna antes que sus rivales soviéticos. Con Kennedy, el western empezó a hacerse interestelar y se adató a las nuevas condiciones de la ciencia ficción. Basta como ejemplo, citar el western clásico de “Solo ante el peligro”, reconvertido en saga espacial en “Atmósfera cero”, recogiendo punto por punto la idea inicial y cambiando únicamente el pueblo polvoriento por la estación minera en un lejano satélite.

Coincidente con la era Kennedy es el auge de las series de western en el medio familiar, y hogareño, de la televisión. Ya explotado desde los comienzos del nuevo medio, el western se convierte en una programación obligada a partir de los primeros años sesenta y abarcará todos los subgéneros dentro del tema grande, de modo que se podrán ver westerns familiares, épicos, históricos, fantásticos, melodramáticos y hasta semipornográficos.

Los primitivos seriales western para televisión fueron relatos cortos de media hora, algunos presentados por Ronald Reagan, que fueron sustituidos por series de cincuenta minutos y aventuras completas a partir de “El Virginiano”, “Sugar Foot” y “Cheyenne”, aunando gestas individuales con retazos históricos hasta que la aceptación del público permitió el rodaje de series de alto coste de producción, como “Centennial” y “El sueño del Oeste”.

El wester familiar estuvo encarnado por “Bonanza”, que abrió el paso a “Gran Chaparral” y “Valle de Pasiones”. El western degeneró con la espectacular aceptación de “La casa de la pradera”, aquí jocosamente rebautizada como “La casa de la llorera”, convertida en una muestra del agotamiento del género por su monotonía y reiteración. Un intento de explotar todas las posibilidades fue introducir en el western el melodrama de grandes pasiones y, así, surgieron “Dallas” y “La rosa amarilla de Texas”.

El western televisivo por excelencia, dentro de los cánones del género, fue “Gunsmoke”, “Humo de revólver”, planeado para el lucimiento de John Wayne, pero que no quiso someterse a la rutina de los rodajes semanales y cedió el papel de protagonista al actor James Arness, que lo interpretó durante veinte años y se convirtió en uno de los grandes mitos de la televisión USA. Cuando en 1975 dejó de emitirse “Gunsmoke”, el interés del público derivó hacia series de médicos y, posteriormente, a las series de detectives privados y policías, que aún colean. Quince años después, el western televisivo volvió a reaparecer, ya que siete de los grandes premios Emmy, el equivalente televisivo de los Oscar cinematográficos, fueron acaparados por “Lonesome Dove”, una serie western protagonizada por actores de la talla de Robert Duvall y Anjelica Houston. El género que había muerto en 1975 y estaba enterrado en la década de los ochenta, renació para tomar su puesto, insustituible, en la sociedad USA. Quizá ello resulte positivo, pues en el western hay un anhelo popular por el triunfo de la Justicia que puede hacer perdonar parte de su evidente maniqueismo.

Llegado el momento de las conclusiones, uno solamente tiene una muy clara, y es que el western no ha existido en la realidad de su tiempo. Es un invento de novelistas y directores de cine con la decisiva ayuda de la prensa sensacionalista, y que, al final, ha tomado visos de realidad en la sociedad USA del suroeste, que en la actualidad sí es una cultura western. De modo que la realidad ha terminado por copiar a la ficción.

Quiero finalizar haciendo una especial mención de “El hombre que mató a Liberty Valance”, obra maestra del western, tanto en la novela de James Werner Bellah como en la película de John Ford. Es la historia de un hombre que llega a senador USA y vicepresidente gracias a haber matado en un duelo a un famoso pistolero. Al final, el senador cuenta la verdadera historia del encuentro con el pistolero, que fue muerto por otro ranchero y no por él. Y sobre esa impostura se forja la leyenda que se termina convirtiendo en carrera política. “El periodista que escuchaba la historia verdadera rasgó en mil pedazos las notas que había tomado tan laboriosamente.
-¿No va a publicar esa historia, señor Scott? –Preguntó el senador Stoddar sonriendo.
-No, señor. Como decía el gran periodista Dutton Peabody: no es noticia. Esto es el Oeste y cuando la leyenda se convierte en simples hechos, es mejor seguir publicando la leyenda”.

Es así, como leyenda, como es posible amar al western como una manifestación artística. Pero que no nos vengan con historias y, mucho menos, pretendan hacérnoslo tragar como Historia.

Fin

Miranda, Avilés, 1989-1992.

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