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El
Western. Capítulo IX Los bandidos
Dejando aparte los piratas fluviales del Ohio de la década de 1830 y al mexicano Joaquín Murrieta, la historia de los bandidos del Oeste tiene su origen, como el resto de los hechos del western mitificador, en la Guerra Civil que enfrentó a los estados del Sur con los del Norte, si bien esta generalización referida a la clasificación no es exacta ya que California era un estado del Sur, aunque en el extremo Oeste, y sin embargo fue un estado del Norte durante el conflicto. California tiene entre sus mitos al bandido romántico por excelencia, el hidalgo Don Diego de Vera, más conocido por El Zorro, que desarrolló sus imaginarias aventuras en la California española de I820. Aparte de este simpático personaje creado por el novelista Johnsthon McCulley, el verdadero bandido californiano fue Joaquín Murrieta, al que el mito hizo suyo de tal manera que no hay forma de separar la realidad de la ficción. Para complicar aún mas su recuerdo, Pablo Neruda escribió "Fulgor y muerte de Joaquín Murieta", haciendo que el bandido perdiese una erre de su apellido y hasta el lugar de nacimiento, pues de mexicano de toda la vida pasó a ser considerado como chileno. A Neruda, si lo dejan, convierte a Murrieta en un líder revolucionario pero, por suerte, se frenó a tiempo ya que entre el rebelde y el revolucionario hay un montón de diferenciaciones.
El mito de Murrieta asegura que Joaquín pasó al bandidaje después de que su mujer, Teresa, fuera violada y asesinada, y para que el drama fuera completo, los gringos asaltantes asesinaron a su hermano y a él lo dejaron por muerto. El incidente, ocurrido durante los primeros tiempos de la fiebre del oro de California, llevó a Joaquín Murrieta a tomarse una cumplida venganza y, después, ya no pudo volver a ser un ciudadano normal, pues la justicia de los gringos no quiso perdonarle. Lo que se sabe de cierto es que Murrieta lideró una fuerte banda armada que campó por sus respetos, haciendo la vida imposible a un gobierno estatal que pretendía la anglosajonización de Clalifornia y que veía en la banda de Murrieta una posibilidad de rebelión como la que habían protagonizado con éxito John Charlew Fremont y Kit Carson. La banda de Murrieta estaba totalmente formada por hispanos y el apelativo "anglo" de su lugarteniente Jack Three Fingers es la traducción del español de Juan Tres Dedos que, como quiere la tradición, era el alma mala de Murrieta y el responsable de los asesinatos mientras el jefe de la banda estaba ausente.
Cuando los robos amenazaron la estabilidad de los envíos del oro californiano que necesitaba el gobierno de Whasington, la persecución de la banda de Murrieta se convirtió en prioridad militar. Tras dos años de enfrentamientos, el grupo de Joaquín Murrieta cayó en una emboscada de la que no hubo sobrevivientes. La verdad es que la noticia de su muerte es tan poco fiable como el periódico que la publicó y siempre han quedado abiertas las puertas que el mito exige para que el héroe no hubiera muerto en la emboscada y lograra regresar a México o vivir el resto de su vida como cualquiera de los otros hacendados californianos que compartieron el poder con los invasores USA. De lo que no hay duda es de la carrera política del capitán Hays, que se atribuyó la muerte de Joaquín Murrieta y sobre ello labró sus ascensos al frente del cuerpo de vigilantes de California y a diversos cargos estatales de importante remuneración. Durante la Guerra Civil se sentaron las bases del odio y del trato injusto que llevarían a muchos de los vencidos a continuar su guerra personal desde el otro lado de la ley después de la rendición general del Sur. Aunque no se puede negar que ya en plena guerra de Secesión había hecho su aparición el bandidismo, sobre todo en los enfrentamientos irregulares de Kansas y Missouri, en los que los partidarios de la Confederación y de la Unión eran más fanáticos que militantes. Uno de estos guerrilleros, que tenía tanto de soldado irregular como de bandido, fue William Quantrill, que al frente de sus voluntarios confederados se convirtió en mito criminal al asaltar la población de Lawrence, Kansas, y asesinar a ciento cuarenta y dos personas partidarias de la Unión. Desde ese momento, Quantrill se convirtió en el más famoso de los asesinos de la Guerra Civil y, como la Historia la escriben los vencedores, nadie recordaría en el norte que, días antes de la incursión contra Lawrence, los unionistas habían asesinado a doscientas personas por simpatías confederadas en Missouri. Quantrill era un producto del enfrentamiento político que acabó en explosión, ya antes de empezar la guerra Civil, en Kansas y Missouri. Empezadas las hostilidades oficiales, Quantrill organizó un grupo armado que prefería el saqueo y el robo a los partidarios del Norte al enfrentamiento con los soldados de la Unión. Quantrill no recibió nombramiento oficial alguno a pesar de que se hizo llamar coronel y nunca contó con las simpatías del ejército confederado, uno de cuyos generales, el tejano MaCulloch, pretendió fusilarlo y sólo la huida al galope evitó que Quantrill adornase un paredón. Para 1862, ya había sido declarado fuera de la ley y exento de los derechos de guerra si caía prisionero. El ataque a Lawrence y la consiguiente matanza le convirtieron en figura nacional, mientras los periódicos unionistas resaltaban el cobarde ataque contra una ciudad inocente e indefensa. Lawrence no era ni lo uno ni lo otro ya que en ella estaba el cuartel general de los irregulares de la Unión mandados por Jim Lane, que era un asesino comparable a Quantrill.
En Lawrence, la residencia habitual de Lane se traducía en prósperos negocios, pues allí se instaló el mercado en el que se vendían los productos recaudados, requisados o simplemente robados a los partidarios de los confederados. Lane era senador USA y ya antes de la guerra había matado a un vecino por una discusión de tierras, siendo absuelto por sus influencias en el gobierno estatal y nacional. Después de la guerra, éste asesino sin escrúpulos no tuvo más remedio que suicidarse, toda vez que sus compañeros del campo político le abandonaron al estar a punto de ser procesado por prácticas de corrupción en el Senado USA en 1866. Quantrill hizo la guerra por su cuenta y acumuló un botín considerable que desapareció misteriosamente tras su muerte en mayo de 1865. El autonombrado coronel sudista fue abatido por un grupo nordista que tenía tanto de militar como él. Era una unidad de irregulares nordistas, en realidad, ex-soldados confederados pasados a las filas del Norte al ver el cariz que tomaba la guerra para la Confederación. Del tesoro de Quantrill solamente se localizaron dos mil dólares que entregó a un sacerdote, Quantrill era católico, cuando agonizaba para que los entregase a su antigua amante, Kate Clarke. El sacerdote cumplió el encargo del moribundo y, con la "herencia" de Quantrill, su amante abrió uno de los burdeles más refinados de Nueva Orleans con un éxito multitudinario. La historia del asesino y guerrillero QuantrilI tendría un epílogo menos divertido cuando su propia madre decidió vender el esqueleto de su hijo a un coleccionista de curiosidades. Indudablemente, el hijo era digno de la madre que tuvo. La Guerra Civil tuvo unas condiciones de especial ferocidad en Missouri y territorios aledaños, llegándose a la expulsión de las poblaciones rurales por las tropas federales, incluyendo a sus mismos partidarios, lo que originó el abandono de tierras y la posterior ruina. El odio fue total por parte de los nordistas y ni siquiera el triunfo les sirvió de recompensa. Aprovecharon el poder para ajustar viejas cuentas, ocultando odios personales y haciendo aparecer como asuntos políticos los que se referían a cuestiones estrictamente económicas. El triunfo no fue más que una prolongación y potenciación de su venganza. Incluso consiguieron que de la amnistía decretada para los soldados del Sur al final de la guerra quedasen excluidos los miembros de las guerrillas de Quantrill y Anderson. De esa exclusión surgirían los primeros condicionantes que llevarían al estado de Missouri a ser considerado como la "patria" de los bandidos. Hay un nexo de unión entre la banda guerrillera de Quantrill y la banda de atracadores de los hermanos James o los hermanos Younger, ya que todos ellos fueron soldados en la partida de Quantrill, y del bandolerismo militar pasaron al civil en una ampliación del negocio familiar. Después de cada guerra, una legión de desarraigados sociales permanece en formas de vida violentas, incapaces de retornar a la vida pacífica anterior al conflicto. Dentro de las tendencias justificadoras de la moderna sociología, se inscribe la teoría de culpabilización social y no individual. Así, el bandolerismo se explica como una forma de resistencia al vencedor pero, aparte de la carga social y la reacción contra la injusticia, en el bandidismo el elemento más fuerte de motivación reside en los móviles de negocio, de ganancia rápida y con el mínimo esfuerzo posible, a pesar de la fuerte peligrosidad del "trabajo". Esa posibilidad de buen negocio es la causa real del nacimiento de las bandas de ex-guerrilleros sudistas a la terminación del conflicto. El pretendido revanchismo de los James o los Younger se queda en nada al comprobar que la mayoría de sus atracos se dieron a personas y entidades del Sur. El asalto a trenes y bancos fue un modo de buscar el dólar fácil, que es la única filosofía verdadera en la que han creído los USA desde los primeros años de su Historia e incluso antes. Jesse James es el bandido más famoso de los USA y el inventor del atraco a los bancos, también fue un perfeccionador de los modos de asaltar trenes, negocio cuya invención corresponde a los hermanos Reno, que lo estrenaron en Indiana en 1866. La carrera de Jesse James y su hermano Frank que, por cierto, era el mayor pero se subordinó al benjamín de la familia, duró quince años y a lo largo de ese dilatado tiempo asaltaron bancos en Missouri, Virginia y Kentucky. Inauguraron su historial delictivo asaltando el banco de Liberty, una población a sólo doce millas de la granja familiar de los James, en febrero de 1866, medio año después de terminada la Guerra Civil.
En Liberty, los bandidos obtuvieron un botín de 16.000 dólares en billetes de papel y metálico, pero lo que les dolió fue tener que prescindir de 45.000 dólares en valores por no tener los contactos necesarios para poder ponerlos en circulación. Desde ese primer atraco, los asaltos se sucedieron de una forma ordenada y espaciada, y la banda permaneció impermeable a las filtraciones de informes que es el método que siempre ha usado la policía para acabar con los delincuentes. Esa impermeabilidad venía fortalecida por dobles vínculos, ya que los miembros de la banda James-Younger habían sido compañeros de armas y, además, eran todos familiares en primer o segundo grado. Los James y los Younger eran primos y el resto de los bandidos estaban emparentados con otros familiares de los clanes principales. Después de media docena de robos de bancos, la banda se dedicó a los ferrocarriles y en julio de 1875 hicieron descarrilar un tren en Iowa para conseguir un botín no demasiado abundante. Perfeccionaron el estilo, pues habían causado victimas innecesarias, y para su siguiente asalto a un tren se apoderaron primero de la aldea de Gads Hill y obligaron a que el expreso parase en la pequeña estación del villorrio. Una vez el convoy inmovilizado, se dedicaron al robo, sin prisas y con mucho mejor rendimiento que la vez anterior. Para entonces, Jesse James se había convertido en un megalómano al que encantaba su protagonismo en la prensa y entregó al maquinista del tren asaltado un artículo escrito por él para los periódicos. El articulo de James llevaba el modesto título de "El asalto a un tren más osado que registra la Historia". Bancos y compañías de ferrocarriles aunaron sus esfuerzos para perseguir a la banda y contrataron a alto precio los servicios de la Agencia de detectives Pinkerton para que acabase con los James-Younger. Lo que hasta entonces había sido un asunto de negocios con algún muerto accidental, se convirtió, con la presencia de los detectives, en un asunto en el que los muertos abundaron. La verdad es que entre los agentes de Pinkerton y los bandidos la única diferencia era la credencial que llevaban los detectives. La moral era la misma a ambos lados de la ley y la ética brillaba por su ausencia.
La Pinkerton era una compañia privada de seguridad fundada por el emigrante escocés Allan Pinkerton. Este creó la que sería primera compañia de detectives en los USA, partiendo de un servicio de información particular que Pinkerton puso al servicio del presidente Lincoln. Más tarde, el escocés se encargó de la seguridad presidencial y hasta del servicio de contraespionaje con resultados nefastos. Sus buenas relaciones primaron sobre sus fracasos y, terminada la guerra, montó la compañía con carácter nacional, haciéndola eficaz por su total falta de escrúpulos y el apoyo incondicional de los propietarios, a los que suministró soplones, rompehuelgas y esquiroles. El primer gran éxito de la agencia Pinkerton fue el apresamiento de la banda de los Reno, cuatro hermanos que asaltaron por primera vez un tren y fueron detectados, perseguidos y apresados por los hombres de Allan Pinkerton. Los cuatro bandidos fueron entregados a las autoridades que no supieron, o no quisieron, defenderlos, ya que tres de ellos fueron linchados por la multitud a la que el vaciado de sus bolsillos les parecía el más horrendo de los crímenes. John Reno, el único sobreviviente, pasó una larga temporada en la prisión estatal de Missouri, antes de que un indulto lo reintegrase a la vida civil, en la que se perdió sin querer convertirse en noticia. El asalto de los Reno parece que estuvo motivado por la expropiación injusta de sus terrenos por la compañía ferrocarrilera a la que asaltaron, pero esa parte de la historia ha sido siempre silenciada, mientras se glorificaba la capacidad de los agentes de la compañía Pinkerton. Esa publicitada capacidad fue la que despertó las esperanzas de los empresarios, que dieron carta blanca para que acabasen con los bandidos de Missouri.
Los agentes secretos de Pinkerton organizaron una red de información en torno a las tierras de los James y sus simpatizantes pero, forasteros en tierra extraña, fueron detectados antes de que pudiesen recabar información suficiente y pruebas para procesar a los bandidos. La identificación se saldó con un enfrentamiento armado en el que fueron asesinados tres agentes de Allan Pinkerton y muerto uno de los hermanos Younger. Pinkerton y su hijo, que actuaba como director de la Agencia, recogieron el reto como si se tratase de una cuestión personal y establecieron un cuartel general secreto, en Kansas con la única misión de acabar con los bandidos missourianos. Desde Kansas City, un río de sobornos llevó la información adecuada a los Pinkerton que, en vez de compartirla con las autoridades, se empeñaron en una guerra particular. Un grupo fuertemente armado rodeó la granja de los James y, sin intimar a los bandidos a la rendición, lanzaron un artefacto explosivo que hizo trizas la casa. A consecuencia del bombazo murió el hermanastro pequeño de los James, resultó gravemente herido su padrastro y la madre sufrió la amputación de un brazo y, encima, ni Frank ni Jesse James estaban esa noche en casa. El escándalo que se originó fue mayúsculo y la ola de simpatía general hacia los bandidos estuvo a punto de conseguir un indulto para todas las bandas. La Agencia Pinkerton tuvo que abandonar el caso y la partida quedó en tablas ya que, a pesar de las amenazas de los bandidos, ningún agente más de la Pinkerton fue asesinado y los James dejaron de ser piezas codiciadas por la Agencia. Los James-Younger no supieron aprovechar la opinión pública favorable y volvieron a su sustancioso negocio, acumulando dólares que después desaparecerían misteriosamente, ya que si bien los Younger gastaban más que robaban, los James eran tan ahorradores como sigilosos. El siete de septiembre de 1876, la banda completa de los James-Younger atacó el banco "First National" de Northfield y lo que empezó como uno más de sus trabajos productivos, acabó en desastre por la inesperada reacción popular. El asalto fue descubierto por unos vecinos del pueblo que, en vez de encerrarse en sus casas, se decidieron a empuñar sus armas y montaron un tiroteo que obligó a los bandidos a emprender una acelerada retirada. Cuabdo los tiros dejaron de sonar, dos bandidos y dos ciudadanos de Northfield habían muerto, pero todos los asaltantes fugitivos estaban heridos de consideración y eso dificultaba su escapatoria. La huida se convirtió en un sueño imposible, pues el gobierno estatal ofreció mil dólares por cada uno de los bandidos, vivo o muerto, y a esa prima inicial se sumaron el banco asaltado con setecientos dólares por cabeza y el ferrocarril Winona con quinientos dólares más por cada bandido.
Con una recompensa de 2.300 dólares por hombre, los perseguidores se multiplicaron hasta cubrir todo el territorio del estado. Durante la fuga, los Younger y los James se separaron definitivamente, y no lo hicieron por las buenas. Cole Younger estuvo a punto de matar a Jesse James cuando éste aconsejó que se abandonase a uno de los Younger gravemente herido que retrasaba la marcha de los fugitivos. De que James no era un tipo agradable da cuenta el hecho de que Charlie Pitts, el único bandido que no pertenecía a ninguno de los dos clanes familiares, prefirió quedarse con los Younger que tenían menos posibilidades de salvación pero que, al menos, creían en el compañerismo.
La suerte favoreció a Frank y Jesse James que se esfumaron durante la persecución y no volvieron a dar señales de vida hasta tres años más tarde. Los Younger, retrasados por las heridas, fueron acosados por distintos grupos de perseguidores y, al final, sitiados. En el tiroteo consiguiente murió Pitss y los Younger fueron de nuevo heridos, salvándose de puro milagro. Juzgados, fueron sentenciados a largas condenas de cárcel. Uno de los hermanos murió en prisión, otro se suicidó y Cole Younger cumplió la larga condena de 25 años y sobrevivió para morir en 1916. Durante los últimos años de su vida se convirtió en una persona de acendrada religiosidad que abominaba del bandido que había sido. Fue el más duro de los fuera de la ley de Missouri, pero la fama se la llevó Jesse James, al que a pesar de ser un asesino sin escrúpulos y bastante cobarde, cosa que Cole Younger nunca fue, la prensa convirtió en figura nacional. En octubre de 1879, Frank y Jesse James vuelven a las andadas y asaltan un tren en Glendale al frente de una banda compuesta por cinco bandoleros más. Roban 35.000 dólares después de apoderarse del pueblo y obligar al tren a parar en la estación, y al mes siguiente asaltan otro tren con un botín aún mayor. Eso exaspera a las autoridades y propietarios que arrecian en sus esfuerzos para acabar con la banda. El gobernador del estado ofrece cinco mil dólares por la cabeza de cada miembro secundario de la banda y diez mil dólares por Jesse y otros diez mil por Frank James. Unos meses después, Jesse James fue muerto en su casa por Robert Ford, el más joven de los pistoleros de la nueva banda. Ford murió diez años después asesinado en un pueblo de Colorado por otro pistolero a causa de un asunto de faldas.
La muerte por la espalda de Jesse James cambió la opinión pública y la prensa que, hasta entonces, lo había retratado como el asesino que de verdad era. Cambió su visión y lo transformó en un héroe romántico. Aprovechando la ola de general simpatía, Frank James se entregó a las autoridades y fue juzgado de inmediato. A pesar de la larga cadena de robos y asesinatos en la que estuvo implicado Frank James fue absuelto. Quitando los días que estuvo en espera de juicio, no sufrió ninguna prisión y siguió viviendo tranquilo hasta 1915, fecha en la que murió cuando contaba 72 años. Los tiempos de bandido fueron sustituidos por largos años en los que se ganó la vida trabajando de dependiente en una zapatería, aunque queda la duda de que esa fuera su cobertura, ya que el botín de los James nunca apareció y ellos no eran de los que despilfarraban. Siguiendo la máxima española que asegura que el diablo harto de carne se metió a fraile, en los últimos tiempos de su vida, Frank James también se convirtió en una persona de fuertes ideas religiosas y hasta actuó de predicador. Dejando aparte a Belle Starr, una buena señora que se lió con un montón de bandidos, entre los que destacó Cole Younger, la siguiente banda que se hizo famosa en el país fue la de los hermanos Dalton, algunos de los cuales habían sido agentes de la ley antes de pasarse al otro lado. Los cuatro hermanos Dalton inauguraron su carrera criminal en febrero de 1891, asaltando un tren en Alila, California, para regresar de inmediato a los territorios más conocidos de Oklahoma, en donde tenían muchos contactos y confidentes, y donde realizaron la mayoría de sus actos delictivos. Su carrera terminó en 1892, en el asalto al banco de Coffeyville, en el que se repitió el desastre que sufrieron los James en Northfield. Los vecinos de Coffeyville reaccionaron a tiros durante el atraco y, cuando el combate terminó, habían muerto cuatro bandidos y cuatro de los vecinos. Fue el asalto más sangriento de la historia del western. El quinto bandido que sobrevivió a sus muchas heridas fue Emmet Dalton, que pasó quince años en prisión antes de ser puesto en libertad. El último de los Daltón murió a los 65 años, en Los Angeles, cuando corría el año 1937, y antes de morir se había convertido en una figura mítica gracias a su libro de memorias que tituló "Cuando los Dalton cabalgan" y que incluso tuvo una adaptación cinematográfica. La película, como es lógico, era favorable a los hermanos Dalton, que aparecían empujados al delito por los intereses de las compañías ferroviarias que, por cierto, solamente se diferenciaban de los bandidos en que manejaban la ley a su gusto.
Del tiroteo de Coffeyville logró escapar, por haberse retrasado en su cita con la banda de los Dalton, un joven pistolero llamado Bill Doolin que, a pesar del final de sus amigos, siguió en el peligroso oficio de asaltante de bancos en los estados de Kansas, Oklahoma, Arkansas y Texas. Doolin fue lo más parecido al bandido romántico que quería la leyenda y, hasta su muerte, contó con el respeto e incluso el aprecio de los agentes de la ley encargados de perseguirle. Fue muerto en un tiroteo en 1896 y a su entierro acudieron muchos policías que lo consideraron hombre de "buena ley" aunque se dedicase constantemente a transgredirla.
Entre los policías que persiguieron a Bill Doolin destaca Chris Madsen, un soldado de fortuna nacido en Dinamarca que peleó contra los prusianos y, después, hizo carrera en la Legión Extranjera francesa antes de emigrar a USA a principios de 1870. Se enroló en el ejército y fue jefe de los exploradores apaches en Arizona, además de combatir contra sioux y cheyennes. Madsen acabó ingresando en la policía de Oklahoma, de la que se retiró convertido en figura estatal. Murió a los 92 años, en 1944, y hasta el último momento fue un hombre sincero, destructor de mitos y odiado por los periodistas a los que solía poner en ridículo por sus exageraciones. Ese odio de la prensa impidió que se le reconociera como el mejor policía de los que actuaron en el western, pues, además de honrado, tenía el inconveniente de ser danés, lo que no terminaba de ajustar con los cánones del género.
Si se habla de policías del Oeste, también hay que hablar de jueces, y los dos que el western ha convertido en mitos son Roy Bean y el honorable Isaac Parker. Roy Bean fue un bandido, reconvertido en defensor de la justicia, que se autonombró juez de Langtry, una aldea que él convirtió en villorrio, consiguiendo merecida reputación de excéntrico. Bean es conocido, principalmente, por las dos versiones que el cine realizó sobre su vida, "El forastero", de William Wyler, y "El juez de la horca", de John Huston. Bean no pasó de ser una pequeña anécdota al lado de la figura del magistrado Parker, que recibió el apelativo del "Juez Horca" de Fort Smith. Parker hizo ejecutar a más de ochenta hombres a lo largo de su carrera, que terminó al disolverse su tribunal en 1896. Pocos meses después del final de su tribunal, el juez Parker se murió, seguramentede aburrimiento .
La trilogía de policías y jueces se completa con los abogados, que en el western fueron, literalmente, de armas tomar y cuyo mejor exponente es Temple Houston, el hijo pequeño de Sam Houston, el "padre" de la independencia de Texas. Temple Houston es un personaje que haría las delicias de cualquier guionista de cine o televisión, y que podrían convertirlo en un personaje universal, si fueran un poco aficionados a la lectura de libros da Historia en vez de sentir debilidad por los mitos que ellos mismos crean y después acaban creyendo. Sobre todo, sorprende que en un país como los USA, en el que los abogados y los juicios son el deporte nacional, se desconozca un caso tan espectacular que supera con mucho a cualquier serie o película de juicios. Temple nació en Austin, en 1862, y estudió leyes en la universidad de Baylor. Abrió su primer bufete en su estado natal, pero harto de tener amigos y enemigos a causa de su padre y no por méritos propios, acabó por emigrar a Oklahoma, en donde se especializó en procesos criminales, actuando primero de fiscal y, después, como capacitado defensor. Alto, de casi dos metros de estatura, figura atlética, pelo largo y facciones atractivas fue un ídolo de las señoras de todo tipo y condición laboral, y sus éxitos estaban asegurados, además de por su natural elocuencia, por las simpatías del personal femenino que siempre ha tenido más poder del que socialmente se le reconoce, incluso en la época en la que aún no tenían voto. Houston fue la encarnación del hombre del Oeste en esos años del 1890 en los que el tiempo real del western ya había finalizado. A pesar de ello Temple Houston tuvo oportunidad de actuar como los cánones exigían que obrasen los verdaderos hombres de la frontera. En uno de sus múltiples y broncos casos se ganó la enemistad de los hermanos Jennings, un clan pistoleril del que le separaban ideas políticas y negocios municipales en la ciudad de Wodward. Después de una tumultuosa sesión en el tribunal, dos de los hermanos Jennings y Temple coincidieron en un saloon y Ed Jennings, al verlo, echó mano de su revolver. Temple Houston, más rápido y mejor tirador, se lo cargó a los primeros balazos y aún hirió al otro hermano, que también cometió el error de echar mano de su arma. Houston se entregó, fue juzgado y asumió su propia defensa, consiguiendo la absolución a pesar de que en la ciudad abundaban sus enemigos políticos. El tercero de los hermanos Jennings, Al, profirió amenazas de muerte contra Houston pero antes de intentar ponerlas en práctica prefirió emigrar a las lejanas tierras de California, en donde compartió amistad y cárcel con O’Henry, que le enseñó a escribir. El caso más célebre de Temple Houston pasó a la historia como el de la velocidad de disparo. Encargado de la defensa de un ciudadano acusado de haber asesinado a un famoso pistolero, Houston acabó discutiendo con el fiscal a propósito de la velocidad con la que se podía disparar un revólver. Como el fiscal no se dejó convencer por las alegaciones técnicas de la defensa, Temple Houston sacó sus dos Colt y disparó las doce balas a una velocidad vertiginosa contra el juez y el jurado. Las balas eran de fogueo, pero al juez y al jurado les parecieron tan reales que pusieron pies en polvorosa, abandonando la sala del juicio por puertas y ventanas. Como es lógico, cuando se reanudó la sesión, el defendido por Houston fue declarado culpable y entonces el abogado hizo que el juicio fuese declarado nulo, ya que los miembros del jurado abandonaron la sala del tribunal mientras se celebraba la vista. En el posterior juicio, Houston consiguió la absolución de su defendido recurriendo únicamente a argumentos orales. A pesar de la multitud de enemigos que se ganó en los ultimas años del western, Temple Houston alcanzó una vejez tranquila, convertido en un mito que esta vez sí tenía consistencia.
El bandolerismo tuvo su canto de cisne con los atracos del llamado Wild Bunch, el grupo salvaje, un grupo de cuatreros y asaltantes de trenes que encabezaban el pistolero Sundance Kid y el inteligente truhán Butch Cassidy. Sus fechorías estaban ya fuera de tiempo y, perseguidos por toda clase de agentes de la ley, oficiales y privados, abandonaron las tierras del Oeste para dirigirse a Nueva York y desde allí emigrar a Sudamérica. Actuaron como pistoleros en Argentina, al servicio de los grandes terratenientes, pero el amor por su verdadero trabajo los llevó de nuevo a asaltar bancos en Bolivia. En Santa Cruz, fueron muertos por una patrulla del ejército, en 1905, aunque parece que solamente murió Sundance Kid y Butch Cassidy logró escapar del cerco y regresar a USA, donde murió en 1934.
Con el Wild Bunch, divertidamente retratado en la película de Roy-Hill "Dos hombres y un destino", desaparecieron los bandidos del escenario del western aunque algunos, como Harry Chapman, intentarían seguir en el negocio ya con el nuevo siglo comenzado. Los bandidos habían durado la media centuria que señala el verdadero tiempo del western, los años que van entre el final de la Guerra Civil y el comienzo de la Guerra Hispano-Americana de 1898.
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