Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

 

El
último discurso de Jean Jaurés.

 

Pronunciado
en Vaise, en las afueras
de Lyon, el 25 de Julio de 1914.
Recogido de Le Mouvement ouvrier
pendant la guerre, de A. Rosmer.
Marxist.org

Ciudadanos:

Quiero
deciros esta noche que nunca hemos estado, que nunca
desde hace cuarenta años Europa ha estado en
una situación más amenazante y más
trágica que esta en que nos encontramos en el
momento en que tengo la responsabilidad de dirigiros
la palabra.
¡Ah! ciudadanos, no quiero
forzar los colores oscuros del cuadro, no quiero decir
que la ruptura diplomática de la que hemos tenido
noticia hace una media hora, entre Austria y Serbia,
signifique necesariamente que la guerra entre Austria
y Serbia va a estallar y tampoco digo que si la guerra
estallase entre Serbia y Austria el conflicto se extenderá
necesariamente al resto de Europa, pero
digo que tenemos contra nosotros, contra la paz, contra
la vida de los hombres en el momento actual, unas previsiones
terribles y contra los cuales será necesario
que los proletarios de Europa hagan todos los esfuerzos
de solidaridad suprema de que sean capaces.

Ciudadanos,
la nota que Austria ha dirigido a Serbia esta llena
de amenazas y si Austria invade el territorio eslavo,
si los germanos, si la raza germánica de Austria
hace violencia a estos serbios, que son una parte del
mundo eslavo y por los que los eslavos de Rusia demuestran
una simpatía profunda, hay que temer
y prever que Rusia entrará en el conflicto, y
si Rusia interviene para defender Serbia, Austria, teniendo
delante de ella dos adversarios, Serbia y Rusia, invocará
el tratado de alianza que la une con Alemania y Alemania
ha hecho saber que se solidarizará con Austria.

Y si el conflicto no permaneciera entre Austria y Serbia,
si Rusia se mezclara, Austria vería a Alemania
tomar posición a su lado en los campos de batalla.
Pero entonces, ya no será solamente el tratado
de alianza entre Austria y Alemania el que entrará
en juego, sino que será también
el tratado secreto, cuyas cláusulas esenciales
se conocen, que vinculan a Rusia y Francia, y Rusia
dirá a Francia:

“Tengo
contra mi dos adversarios, Alemania y Austria, tengo
derecho a invocar el tratado que nos vincula, es necesario
que Francia venga a ocupar un lugar a mi lado.”

En este momento, quizá estemos en vísperas
del día en que Austria vaya a lanzarse sobre
los serbios, y entonces Austria y Alemania al arrojarse
sobre los serbios y los rusos, será Europa en
llamas, será el mundo ardiendo.

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En un momento
tan grave, tan lleno de peligros para todos nosotros,
para todas las patrias. Y no quiero entretenerme
buscando detenidamente las responsabilidades. Nosotros
tenemos las nuestras, Moutet lo dijo y yo certifico
ante la Historia que las habíamos previsto, que
las habíamos anunciado; porque cuando dijimos
que penetrar por la fuerza, por las armas, en Marruecos
era abrir la era de las ambiciones, de las codicias
y conflictos, se nos denunció como malos franceses
y éramos nosotros quienes nos preocupábamos
de Francia.

¡Esta
es, desgraciadamente nuestra parte de responsabilidad!,
y se concreta, si quieren tomar en consideración
a Bosnia y Hercegovina que es el motivo de la lucha
entre Austria y Serbia, y que nosotros, los
franceses, cuando Austria se anexionaba Bosnia y Hercegovina,
nosotros no teníamos derecho ni el medio de hacerle
la menor reprimenda, porque estábamos haciendo
lo mismo en Marruecos
y teníamos necesidad
de que nos perdonasen nuestro propio pecado perdonando
nosotros los pecados de los demás.

Y entonces
nuestro ministro de Asuntos Exteriores decía
a Austria:

“Vos
pasamos lo de Bosnia y Hercegovina, a condición
de que vosotros nos paséis lo de Marruecos”
y difundíamos nuestras ofertas de penitencia
de potencia en potencia, de nación en nación,
y decíamos a Italia: “Podéis
ir a Tripolitania, puesto que nosotros estamos en Marruecos,
puedes robar en el otro extremo de la calle, puesto
que yo he robado en la otra parte.”

Cada
pueblo aparece a través de las calles de Europa
con su pequeña antorcha en la mano y ahora tenemos
el incendio.
¡Y bien, ciudadanos!, tenemos
nuestra parte de responsabilidad, pero no oculta la
responsabilidad de los otros y nosotros tenemos
el derecho y el deber de denunciar, por una parte, la
cazurrería y la brutalidad de la diplomacia alemana,
y, por otra parte, la duplicidad de la diplomacia rusa.

Los rusos que van quizá a tomar partido por los
serbios contra Austria y que van a decir “Mi corazón
de gran pueblo eslavo no soporta que se haga violencia
al pequeño pueblo eslavo de Serbia. “Sí,
¿pero quién fue el que golpeó a
Serbia en el corazón? Cuando Rusia intervino
en los Balcanes, en 1877, y cuando creó una Bulgaria,
digamos independiente, con el pensamiento de poner la
mano sobre ella, dijo a Austria: “Déjame
hacer y te confiaré la administración
de Bosnia y Hercegovina.”
La administración,
ustedes comprenden lo que eso quiere decir, entre diplomáticos,
y desde el día en que Austria-Hungría
recibieron la orden de administrar Bosnia y Hercegovina,
sólo tuvo un pensamiento, que fue el de administrarlas
lo mejor posible para los intereses austrohúgaros.”

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En
la entrevista que el ministro de Asuntos Exteriores
ruso tuvo con el ministro de Asuntos Exteriores de Austria,
Rusia le dijo a Austria: “Te autorizaré
a anexionarte Bosnia y Hercegovina a condición
de que me permitas establecer una salida sobre el Mar
Negro, cerca de Constantinopla.”
El Sr.
D’Ærenthal hizo una señal que Rusia
interpretó como un sí, y ella autorizó
a Austria a tomar Bosnia y Hercegovina; luego, cuando
Bosnia y Hercegovina estaban ya en los bolsillos de
Austria, dijo a Austria: “Ahora es mi turno en
el Mar Negro.” “¿Qué? ¿Qué
es lo que os dije? ¡Nada de nada!”, y desde
entonces viene el conflicto entre Rusia y Austria, entre
el Sr. Iswolsky, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia,
y el Sr. D’Ærenthal, ministro de Asuntos
Exteriores de Austria; pero Rusia había sido
el cómplice de Austria al entregar a los eslavos
de Bosnia y Hercegovina a Austria-Hungría y de
haber herido el corazón de los eslavos de Serbia.
Es lo que la compromete en las vías donde se
mueve ahora.

Si
desde hace treinta años, si desde que Austria
tiene la administración de Bosnia y Hercegovina,
hubiera hecho el bien a estos pueblos, no habría
hoy dificultades en Europa; pero la clerical Austria
tiranizaba Bosnia y Hercegovina; quiso convertirla por
fuerza al catolicismo; y al perseguirla en sus creencias,
levantó el descontento de estos pueblos.

La
política colonial de Francia, la política
hipócrita de Rusia y la voluntad brutal de Austria
contribuyeron a crear el estado de cosas tan horrible
en el que estamos. Europa se debate en medio de una
pesadilla.

¡Y
bien, ciudadanos!, en la oscuridad que nos rodea, en
la incertidumbre profunda en la que estamos sobre lo
que será el mañana, no quiero pronunciar
ninguna palabra temeraria, espero todavía
a pesar de todo que a causa mismo de la enormidad del
desastre que nos amenaza, en el último minuto,
los gobiernos se contendrán y no tendremos que
estremecernos de horror pensando en el cataclismo que
implicaría hoy para los hombres una guerra europea.

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Ustedes vieron
la guerra de los Balcanes; un ejército casi entero
sucumbió en el campo de batalla o en las camas
de hospitales, un ejército formado por trescientos
mil hombres, que yacen en la tierra de los campos de
batalla, en las zanjas de los caminos o en las camas
de hospitales infectados por el tifus cien mil hombres
de los trescientos mil.

Hay
que pensar lo que sería un desastre semejante
para Europa: no sería ya, como en los Balcanes,
un ejército de trescientos mil de hombres, sino
cuatro, cinco y seis ejércitos de dos millones
de hombres. ¡Qué masacre, qué ruinas,
qué barbarie!
Y es por esta razón,
cuando la nube de la tormenta ya está sobre nosotros,
por lo que todavía quiero esperar que no se consumará
el crimen. Ciudadanos, si estalla la tempestad,
todos, nosotros los socialistas, tendremos la preocupación
de salvarnos lo más pronto posible del crimen
que los dirigentes habrán cometido.

Esperemos, si nos queda algo, si nos quedan unas horas,
para redoblar los esfuerzos para prevenir la catástrofe.
Ya, en el Vorwaerts, nuestros camaradas socialistas
de Alemania se levantan con indignación contra
la nota de Austria y creo que nuestra oficina socialista
internacional ha sido convocada.

Sea
lo que fuere, ciudadanos, y digo estas cosas con una
especie de desesperación, no hay ya, en el momento
en que nos amenazan de asesinato y de salvajadas, más
que una oportunidad para el mantenimiento de la paz
y la salvación de la civilización, y es
que el proletariado una todas sus fuerzas que cuentan
con un gran número hermanos: franceses, ingleses,
alemanes, italianos, rusos, y que pidamos a estos millares
de hombres que se unan para que el latido unánime
de sus corazones aleje la horrible pesadilla.

Me daría
vergüenza de mí mismo, ciudadanos, si hubiera
entre vosotros uno sólo que pudiera creer que
pretendo utilizar en favor de una victoria electoral,
tan valiosa como pueda ser, el drama de los acontecimientos.
Pero tengo derecho a deciros que es nuestro
deber, el de todos vosotros, no desperdiciar una sóla
ocasión de poner de manifiesto que estáis
con este partido socialista internacional que representa
en estos momentos, bajo la tormenta, la única
promesa de una posibilidad de paz o del restablecimiento
de la paz.

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