Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS


El Vice-Imperio Ibero-Africano.

Por
Miguel de Unamuno.

Hojas Libres, Abril de 1927.

Don
Alfonso XIII, el último Habsburgo coronado, se
propuso, así que llegó a reinar en España,
reparar el desastre de la Regencia, el de 1898,

la pérdida de Cuba, de Puerto Rico y Filipinas.
La de Filipinas se debió sobre todo al asesinato
del noble tagalo Rizal. Con tal propósito
preparaba –¡pobre Canalejas!- la conquista
de Portugal y soñaba en la de Marruecos por guerra
de Cruzada.
Una vez declaró a su ministro,
el Sr. Alcalá Zamora, que solo esperaba la mayor
edad del desgraciado Príncipe de Asturias –ex
futuro Alfonso XIV- para intentar establecer
el poder personal, declarándose emperador y rey
absoluto, y si le fracasaba, abdicar en su hijo.

Con tales designios durante la gran guerra se mantuvo
al lado de los Imperios centrales en espera de que,
vencedores ellos –así lo creía él-
le darían Gibraltar, todo Marruecos –Tánger
incluido- y Portugal, quedándose Alemania con
las colonias de éste. Y así se establecía
lo que hemos llamado el Vice-Imperio Ibero-Africano.

Siendo ministro
de Estado el marqués de Lema, el rey, actuando
anti-constitucionalmente de agente diplomático
-¡se cree, el pobre, con dotes de tal!- le dijo
que se iba a Londres a arreglar lo de Tánger.
De Londres y de París, donde se detuvo luego,
volvióse a España echando chispas. Habíanle
deshauciado haciéndole ver que mal podía
pretender un protectorado sobre Tánger, un Estado
–no digamos nación porque la nación
y el pueblo permanecían extraños a esos
ensueños imperialistas y pretorianescos-, un
Estado que no sabía pacificar el Rif, llevando
una Cruzada contra todos los derechos de gentes y de
humanidad. Entonces fue cuando el rey pidió al
general Fernández Silvestre, mucho menos civilizado
que los moros, que tomase Alhucemas para poder exigir
Tánger.

El Silvestre
le prometió que el día de Santiago Matamoros
ondearía en Axdir la bandera del rey.
Y vino lo de Annual,
debido más aun
que a impericia militar o a cobardía, a que la
campaña de Marruecos era impopular, inmoral e
injusta. Y empezó el clamoreo pidiendo
responsabilidades, no sólo militares, sino administrativas,
por la sangría y el robo sueltos de Marruecos…
Era la minoría socialista del Congreso la que
llevaba en ello la voz cantante, como en pedir el abandono,
por humanidad y por justicia, de Marruecos.

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Inmediatamente,
los pretorianos y el rey se propusieron ahogar lo de
las responsabilidades y eso, aunque el rey me dijo a
mí mismo –y Romanones lo oyó- que
sí, que había que exigir todas las responsabilidades
y las de todos, “hasta las mías –añadió-
si me alcanzasen”.

A
la vez, los pretorianos rapaces e inhumanos –su
cabecilla el general M. Anido- se indignaban por el
rescate de los cautivos de Annual y pedían el
desquite como si se tratara de un duelo. Tal era el
origen de la inquina contra el Sr. Alba,
de
quien el rey decía que quería entregar
Marruecos a los colonialistas franceses. A lo que hay
que agregar, que el Sr. Alba era el mejor enterado de
las depredaciones y robos y chanchullos de los jefes
pretorianos en Africa. Y así se preparó
el golpe de estado del 13 de Septiembre de 1923.

No lo preparó
el botarate de Primo de Rivera, patente mentecato, lo
que no quita que sea mal sujeto, henchido de ruines
y rastreras intenciones y de pésima fe. Primo
redactó el grotesco y soez manifiesto, el de
la casta y la masculinidad y la invitación a
la delación anónima y las calumnias. El
pronunciamiento se dirigió desde San Sebastián,
donde estaba el rey y el M. Anido al teléfono,
en la sucursal del Credit Lyonnais. No lograron el rey
y sus pretorianos coger al Sr. Alba para fusilarlo.
Y se inauguró lo que llaman dictadura
y es tiranía pretoriana con que se atropella
más aún que a la Libertad a la Justicia.
Los pistoleros asesinos entraron al servicio de Gobernación.
Y así los bomberos dejaron de provocar incendios.
Aunque no del todo.

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Y seguía
lo de Tánger. El botarate de Primo, se fue a
Marruecos a intentar una retirada, acaso para crear
un conflicto con Francia, pero tuvo que retractarse
y se entró en el convenio franco-español,
para la toma de Alhucemas y la captura de Abd-el-Krim,
que había de ser el desquite duelístico
de lo de Annual
y la prenda para exigir de
nuevo Tánger. Ya el rey había
calificado solemnemente, en un disparatado discursete
ante el Papa, de Cruzada la operación de policía
para establecer el protectorado civil en el Rif.
Con
la ayuda terrestre y marítima del ejército
francés, se logró la modestísima
toma de Alhucemas, a la que de una manera grotescamente
cómica, se le quiso dar el alcance de un victoria
épica. Mas el pueblo permaneció frío
y el monumento conmemorativo de aquella acción,
hubo que elevarlo dentro del Ministerio de la Guerra.
A nadie engañó el simulacro. Ni
se rindió Abd-el-Krim, sino algo más tarde,
después de unas negociaciones y teniéndole
que dar diez millones de pesetas. Y se rindió
a los franceses,
con la garantía de
ser tratado como un jefe enemigo beligerante y no como
un faccioso rebelde. El verdadero rebelde –rebelde
a la civilidad y a la humanidad- había sido el
general F. Silvestre. Aquella entrega del caudillo rifeño
hirió en lo vivo a los duelistas matones del
pretorianismo imperialista del Estado de Alfonso XIII
–no quiero llamarle español.

A todo esto
en España, ni había Parlamento, ni corporaciones
de sufragio popular, a pesar de que Don Alfonso prometía
su restablecimiento por dos veces a Mr. Briand y a otros.
Pero no veía el modo de evitar que se les pidiese
cuentas a los pronunciados del 13 de Septiembre, a los
tiranuelos de la dictadura y a él mismo. En
13 de Septiembre de 1924, en el primer aniversario del
garrotazo de Estado, el rey mismo le dijo a un amigo
mío: “Esto pasará y se hará
justicia a todos”. Es lo que el Sr. Sánchez
Guerra pidió en Vitoria.
Pero lo que
no se quiere es justicia y para evitar que se haga justicia
se mata la libertad. Porque sin libertad no se puede
hacer justicia; ¡libertad de la Verdad!

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Por no haber
Parlamento, ni autoridades populares de sufragio libre,
por no ser España nación democrática
y libre y constitucional, no pudo seguir en la Sociedad
de Naciones. Y por eso mismo no puede reclamar el protectorado
de Tánger. ¿Protectorado? ¿Y quién
protegerá de los protectores a los protegidos?,
de esos protectores que atropellan el derecho y la justicia
y la dignidad y en España misma tratan a los
ciudadanos como a siervos sin derechos, estableciendo
el robo de Estado, como en las multas llamadas extralegales,
y el asesinato de Estado como en lo de los primeros
sucesos de Vera? No, los de la innoble y salvaje e inhumana
Cruzada del Rif, no pueden pedir la regencia de Tánger.
¿O es que se quiere hacer de Tánger –lo
que queda del ensoñado Vice-Imperio Ibero-Africano-
un otro Principado de Mónaco, con Mr. Marquet
de Gran Visir y en que alguna vez vaya a tallar, rodeado
de sus caudillos bien alumbrados, el Príncipe
mismo? ¡Que todo pudiera ser…!

¡No!
Al pueblo español, al verdadero pueblo, le tiene
sin cuidado lo de Tánger. Y a los que ven lejos
y hondo les preocupa este aspecto de desquite duelístico
mezclado con matonerías de timba. Y comprenden
que la dignidad y la civilidad de España no pueden
quedar bien si no queda mal la pretorianería.
Como comprenden también que, si los ejércitos
son para evitar guerras y no para provocarlas, no se
puede hacer ni guerras ni guerrillas para los mercenarios
del ejército y para ascensos y recompensas y
obvenciones.

En
Hedaya, a diez de marzo de 1927.



 

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