Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

En
recuerdo de Coll y Puig.


Por F. Pi y Arsuaga.
El Nuevo Régimen.
Semanario republicano federal.
Hemeroteca Municipal de Madrid


Antonio María Coll y Puig era, según parece,
asturiano. Creíasele de Santander porque en Santander
vivió aún niño y en Santander recibió
la educación y la cultura de que dio tan patentes
muestras. Se dedicó de joven a la contabilidad, y
contador de la Diputación provincial fue primero
en Soria y después en el mismo Santander, donde lo
era aún el día de su muerte.

Su
cargo, con ser oficial, no le ató nunca para defender
y difundir sus ideas, siempre liberales: ayer, simplemente
democráticas y republicanas, después, federalistas.
Las defendió en la prensa y en las calles,

que no le faltó nunca valor para concurrir a las
revoluciones que aquí hubo desde el año 1854,
en que se alzó O’Donnell. En todas prestó
servicios y en ninguna trató de cobrarlos. Por oposición,
y en tiempos conservadores, ganó las plazas de contador
que tuvo.

Lo
que sus ideas le acarrearon fue serios disgustos. Vio con
malos ojos una de las Diputaciones provinciales de Santander
que fuese contador un federal, a quien no cabía doblegar
ni con halagos ni con amenazas, y le acusó calumniosamente
de faltas cometidas en el ejercicio de la contaduría,
suspendiéndole de empleo y sueldo. Con ser la acusación
completamente falsa, tuvo que luchar Coll bastante tiempo
para la salvación de su honra y de su plaza. Habérselas
con toda una Diputación bajo un gobierno enemigo,
harto comprenderá el lector que había de ser
difícil, sobre todo imperando ya en toda España
el más vergonzoso caciquismo.

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Era
hombre verdaderamente apto para la lucha nuestro amigo y
correligionario. Bien claramente lo dio a conocer en su
periódico La Voz Montañesa, que fundó
del año 1872 al 1873 con Abelardo Unzueta y Ernesto
Fernández, sostuvo del año 1874 al 1878 con
Evaristo López Herrero, y continuó desde el
año 1878 con sus solas fuerzas.
A las denuncias
y procesos fiscales que le trajeron ya multas, ya prisiones,
según las leyes de imprenta en vigor, se añadieron
persecuciones de muy distinta índole. Ya fueron contra
él los más de los abogados santanderinos,
ya el obispo Calvo, que le excomulgó en solemne forma
,
ya Cobián, que tiene aún pendiente del Tribunal
Supremo un recurso de casación contra una sentencia
absolutoria.

No
se arredró nunca Coll, ni nunca se detuvo en la senda
de la verdad y el progreso. Fustigó siempre a los
malos gobiernos, combatió los proyectos de ley contrarios
al interés públicos, defendió la democracia
y el federalismo contra todos sus impugnadores, no perdonó
medio de atajar el paso a la Iglesia, la conspiración
eterna con el Estado y contra la libertad de pensamiento
y la conciencia.

Fue
Coll en el partido federal un verdadero atleta. Dirigió
el de Santander, y fue desde el año 1888 individuo
del Consejo.
Estuvo en casi todas las asambleas
que celebramos, y en la de Zaragoza de 1883 contribuyó
no poco a redactar y discutir el proyecto de Constitución
y el de reformas sociales que allí se aprobó,
proyectos con que contestamos a los que injustísimamente
nos acusaban de no tener definido nuestro programa. Terció
en todas las contiendas que dentro del partido se suscitaron,
y en todas obró con energía, no vacilando
en combatir a cuantos quisieron dividirlo, bien a impulsos
de la ambición, bien movidos por rivalidades y celos.
No se separó jamás un solo punto del buen
camino.

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Desvivíase,
además, Coll por los intereses de la provincia en
que moraba. Años ha venía trabajando para
que se construyera un ferrocarril directo de Santander a
Madrid, y se redujese a diez o doce horas el trayecto entre
las dos capitales.
Calculaba, y calculaba bien,
que por este medio había de mejorar considerablemente
la afluencia de buques y mercancías al puerto de
Santander, y aumentar, por consiguiente, la riqueza de la
provincia; y no se cansaba de buscar medios de realizarlo.

Tenía
Coll 61 años, y habría podido prestar aún
a la provincia y a la nación nuevos servicios. Es
su muerte una sensible pérdida para cuantos quisiéramos
ver regenerados por la federación y el trabajo nuestra
abatida patria.

 

 

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